Dolor y gloria

Crítica de Susana Salerno - Impacto24

La historia está contando en dos tiempos, va y viene casi en todo momento mostrando a Salvador Mallo de niño y de adulto (Asier Flores – su dulzura y su amor traspasa la pantalla y Antonio Banderas en un trabajo honesto y en su octava actuación en una película del director), resultando el relato intimista y poético. Jacinta es la madre de Salvador (Penélope Cruz, esta esplendida) una mujer fuerte, luchadora, enérgica, de buen corazón y que da todo para que su hijo Salvador crezca bien y en familia. Para que estén todos juntos deben vivir en calles de polvo y piedra, en una casa subterránea, el lugar es poco acogedor, pero el niño es un soñador y en una de sus aberturas elogia la vista panorámica de un cielo bello visto desde ese pozo.

Salvador Mallo llega a ser un director de cine reconocido, en la actualidad hace mucho que dejó de rodar y sufre de terribles dolores: migrañas, fuerte molestias en su espalda, algunos problemas psicológicos y emocionales (ansiedad, soledad, depresión, pánicos nocturnos y angustias). Todo se potencia cuando es invitado por la Filmoteca Española a presentar la versión restaurada de Sabor y se ve obligado a encontrarse después de 32 años con el protagonista de dicho film Alberto Crespo (El vasco Asier Etxeandia) con quien quedaron enemistados y de forma simbólica fuma la paz.

Con tintes autobiográficos el director señala su amor por el cine, sus dudas, sus temores, sus dolores, sus placeres, sus primeros deseos, el amor de su juventud Federico (Leonardo Sbaraglia de muy buena interpretación), al que no pudo sacar de su adicción. A lo largo del film marca lo importante que fue su infancia y de manera muy emotiva se ve la relación con su madre (le hace un homenaje a ella y a las mujeres), la muerte de esta y sus arrepentimientos como hijo (Penélope Cruz cuando era niño y de adulto es Julieta Serrano, quien tiene otro color de ojos, ambas se destacan en sus interpretaciones). Esta cinta es ver cine dentro del cine, con escenas memorables, mantiene todos sus toques almodovarianos, tiene metáforas y símbolos, trabajan varios actores que ya estuvieron en otras historias, hay confesiones, enternece, conmueve y muestra como es vivir con el dolor y la gloria. Vuelve a contar con la banda sonora del compositor Alberto Iglesias y es una invitación a conocer un poco su intimidad desde la butaca de cine.