Dolor y gloria

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Hay tiempos para la reflexión y cuando Salvador Mallo, director exitoso, se da cuenta que puede estar cerca del final, muchos momentos de su vida parecen invadirlo como exigiéndole explicaciones. Ahora que no puede volcarse en una película como en los buenos tiempos, escribir lo compensa y los recuerdos parecen hacer fila desde la lejana infancia valenciana, con esa madre imborrable y un cuadro de alegrías más allá de la pobreza.
¡Y cómo pasó el tiempo! Casi a las corridas. La vida lo compensa con espacio para comprenderse un poco más, para comparar acciones y pensamientos que interfirieron en sus relaciones, cortaron algunas y lo obligaron a conductas de las que puede estar arrepentido ahora que la salud falla y muchos de los que quiso ya no están. Hasta parece que la vida le da otra oportunidad al devolverle a uno de esos enemigos con los que uno establece una relación sólida como pocas (Asier Etxeandia) y el amor que no perduró (Leonardo Sbaraglia).
Almodóvar pinta momentos de su vida con las letras de la ficción, desde los amores frustrados hasta los iluminados de una madre cantora a orillas del río (Penélope Cruz), desde los efluvios de la droga hasta el reencuentro con la escritura, el amor y el cine, su pasión. Filme con todo el hedonismo de un amante del placer y todo el sufrimiento del que siente tan fuerte el deseo como la necesidad de castigo.

MEMORIA EN IMAGENES
El gran manchego se da un baño de memoria como el Saura de los mejores tiempos y convoca fantasmas alrededor, cerrando una ronda que incluyó clásicos como "La ley del Deseo", "La mala educación" o "Volver". Y lo hace invitando a sus amigos de la vida: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Cecilia Roth, Juan Gatti con sus animaciones iniciales, y creadores que con sus obras decoran el piso de Salvador Mallo (Maruja Mallo, Miguel Navarro, Manolo Quejido).
Si Almodóvar no puede olvidar a los amigos, tampoco su amor por la música. Así hay canciones en "Dolor y gloria" que recuerdan una España íntima ("A tu vera") cantada por Lola Flores, o la increíble "Come Sinfonía" de Pino Donaggio, con toda la melancolía de ese sueño de amor compartido entonado por Mina y que invita, como la canción, ""a cerrar los ojos en compañía"".
Una arriesgada película Almodóvar, sin Pepi, Luci y Bom, pero con un Banderas ideal en el papel del alter ego del director y dos profundas imágenes de una sola madre: Penélope Cruz y Julieta Serrano.