Dogman

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Matteo Garrone, el notable cineasta que sorprendiera con Gomorra (2008, premiada en Cannes) retorna a la pantalla grande con “Dogman”, singular film que resultara laureado en diversos festivales internacionales. Una atenta mirada sobre esta obra nos hará comprender el acierto de sus pergaminos y la naturaleza violenta del ser humano que el realizador radiografía con quirúrgica precisión.

“Dogman” es un excelente exponente del cine italiano contemporáneo y un fiel reflejo de la cruenta y primal razón de ser del hombre, cuando éste se ve empujado hacia el limite de su conciencia moral.
En las afueras de Roma existe un suburbio dominado por un matón local. Neorrealista y costumbrista, Garrone nos hace sentir la aspereza de este páramo mientras dibuja trazos de un far west mediterráneo detenido en el tiempo.

Aquí, un solo hombre aterroriza una comunidad. Un ladrón de poca monta que bebe y consume cocaína en exceso se convierte en la molestia de un grupo de viejos conocidos: el joyero, el dueño de un bar y un gentil cuidador de perros. Este último, un taciturno cuarentón con pinta de bonachón pero intenciones de desconfiar. Es el típico cara de bueno por quien nadie apostaría si se tratara de convertir a un sufrido perdedor en héroe barrial de la noche a la mañana, no obstante lo anunciado emanará con violencia. Con delicadeza y dedicación, este trabajador, de modo rutinario y silencio, cuida la higiene de canes de variopinto tamaño y raza. Como mencionábamos, pese a sus esfuerzos, su comportamiento dista de ser ejemplar.

Un tour de force a lo largo de una noche de excesos concluirá en un hecho macabro que pondrá a prueba la ética bajo la cual este atribulado working class mide su hombría. La culpa lo llevará al silencio y sin escapatoria a la cárcel. El regreso al pueblo, tiempo después, no será el del hijo pródigo, precisamente- Acaso, ¿un acto tardío de justicia lo rescatará de la invisibilidad y el aprobio generalizado?