Dogman

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

En los primeros minutos de "Dogman", filme dirigido por el afamado director Matteo Garrone ("Gomorra", "Tale of Tales"), su protagonista, Marcello (Marcello Fonte), nos recuerda al Mario Ruoppolo de "El cartero", excepcional trabajo de Massimo Troisi. Un hombre simple, bonachón, que de su humildad hace el pilar de sus relaciones. Adora a su hija, se aleja de su ex mujer sin reproches. Amigazo de sus amigos, con su dialecto romano, teje redes de confianza. Sin embargo, tiene un lado B que muestra a la brevedad y es que trafica drogas para darse algunos lujos con su hija como, por ejemplo, ir a bucear, placer que con su local de guardería y peluquería canina nunca podría.

De ese costado oscuro surge su vínculo con Simone (Edoardo Pesce), un violento e irascible ex boxeador que atemoriza al barrio con sus robos y maltratos. Una dicotómica relación que lo aleja de la bondad diaria y que lo acerca a sus zonas más oscuras por las noches. Una cuerda que se tensa en base a la locura de ese bravucón, y que cede ante la pasividad de este pequeño héroe.

RUEDA LA TABA

Con las excepcionales actuaciones de Fonte y Pesce (entre los dos ganaron la mayoría de los premios europeos del año a Mejor actuación protagónica y de reparto), el filme disimula lo obvio. Y mientras esperamos ver cuándo la taba se da vuelta y el pichón se convierte en un animal salvaje, disfrutamos de una narrativa oscura y latente, con escenas shockeantes de violencia, como también de una ternura infantil, como cuando el protagonista mira la tele mientras le da de comer a su perro de su mismo plato de pastas.

Porque este peluquero canino ama a los perros y su paciencia no tiene límites, ya sea con un caniche enrulado al que tiene que lookear para un concurso o con un dogo depredador al que tiene que enjabonar. Garrone sale ileso y aunque no logre la revolución de "Gomorra", tampoco defrauda. Todo en su punto justo.

Y llegamos al final luego de haber pasado por escenas intensas, anodinas, suaves y violentas. Nos queda un guion claramente original (basado muy libremente en el real homicidio del criminal y boxeador amateur Giancarlo Ricci en Roma, en 1988), paisajes inolvidables que nos acercan a la Rimini de "Los inútiles" (Federico Fellini) y postales de esos pueblos aledaños a Roma que muestran la comunión entre sus vecinos resignados de antaño, en oposición con la nueva y disidente camada.