Dogman

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Basado en un caso real que sucedió a fines de los 80, Dogman, de Matteo Garrone, narra una historia de violencia que transcurre en las afueras de Roma.
Marcello es dueño de una tienda para mascotas y, por lo tanto, una persona que se entiende muy bien con los animales, en especial con los perros. En su pequeño pueblo no tiene altercados con nadie, se muestra como una persona algo tímida y torpe pero también simpática y dispuesta a dar una mano. Como negocio paralelo y oculto, vende drogas. Y uno de sus clientes es un tipo grandote y bruto, Simoncino, un hombre a simple vista imposible de domar. El maltrato por parte de ese despreciable ser lo lleva a perder su libertad y el respeto de la gente del pueblo, porque además termina siendo considerado un traidor. Es como que todo lo que puede salir mal, a él le saldrá peor, la suerte nunca está de su lado y en algún momento se cansará de agachar la cabeza y tomará al toro por las astas. Para sobrevivir hay que elegir entre ser domado o ser domador.
Si anduvieron por el Blood Window Fest o por la Semana de Sitges que se dio en el Gaumont, es probable que les resulte demasiado conocida la trama. La película que vino a presentar el propio Sergio Stivaletti, Rabbia Furiosa, está también basada en este caso real aunque esta, menor en muchos sentidos, se centra más en la violencia del final. En cambio, Garrone construye a fuego lento y de manera más sutil la transformación que va sufriendo su protagonista, entre fracaso y fracaso.

Marcello Fonte es el actor que se pone en la piel de este complejo personaje que, en un principio, lo conocemos en su agradable faceta, pero el tiempo y el abuso hacia él lo van tornando un personaje más callado y contenido hasta que explota de la única forma que encuentra. Su interpretación le aporta muchísimo a la película, entre las escenas con su hija, con los perros que cuida como si fueran hijos, y soportando cada una de las cachetadas que la vida (o el delincuente Simoncino) le propician.

Es que Marcello es un buen tipo. Aun en la faceta criminal, no logra la frialdad que lo hará sobrevivir. Eso queda demostrado en un principio cuando, en un atraco a una casa, él escucha al volver que comentan entre risas que la mascota no paraba de ladrar y entonces lo metieron en el congelador. Después de cumplir con su rol, de manera sumisa y silenciosa, Marcello vuelve y se mete solo en la casa para revivir al pobre animal con un cuidado y una ternura notables.

A la larga, estamos ante la historia de un hombre leal que sólo quería ser querido y respetado y se aprovechan de él, pero que no engañe esa actitud pasiva que lo caracteriza. Es un film también sobre la venganza, aunque la retrata de un modo realista y no espectacular o artificioso, sin necesidad de apelar a golpes de efecto. Porque no estamos ante una historia impredecible, ya que ciertas historias no pueden tener otro final.

Dogman es un drama violento y descorazonador dirigido de manera sobria y eficaz. Garrone aprovecha esos escenarios grises y sucios, muchas veces desolados, y termina de plasmar así una fábula sobre un hombre corriente llevado al límite. Sorprende la labor de Marcello Fonte con un protagónico que transita este viaje personal hacia los infiernos.