Dogman

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Excelente mirada sobre víctimas y victimarios

“Dogman” de Matteo Garrone (“El taxidermista”, 2002, “Primer amor”, 2003, “Gomorra”, 2008”, “Reality”, 2012) es un filme realizado en una pequeña ciudad costera, cercana a Nápoles, en la provincia de Caserta, Castel Volturno. En esa ciudad en los años ‘80 se proyectó un centro turístico en el que se concentraban las ambiciones de especuladores inescrupulosos, de los que no eran ajenos los políticos.

Entre los programas para ese espacio floreció el de la creación de rascacielos frente al mar, como el paseo marítimo “Villagio Coppola”, flanqueado por edificios cayendo a pedazos, con una plaza arenosa en la cual se puede ver el abandono de lo que parece haber sido un parque de diversiones que incluye un columpio y un paseo adornado con un dragón, un emblema orgulloso de días mejores. Ese universo abandonado de centros comerciales y caminos que no llevaban a ninguna parte, que integraban ese folklore exhibicionista que caracterizó a los ‘80, fue la escenografía ideal para el filme de Matteo Garrone.

Castel Volturno en la actualidad es una pequeña y apocalíptica ciudad abandonada, sin alcanzar el estatus de villa miseria, en la cual sus habitantes, clase media baja, subliman amargura y desesperanza. Matteo Garrone, en “Dogman”, cataloga la vida de hombres que parecen no haberse recuperado por completo, pero ¿de qué?: de la guerra, economía, mafia, drogas, gobierno.

Esa pregunta subsiste cada vez que la cámara se mantiene en el escenario principal de la historia y también como un cierto homenaje al cine neorrealista. La visión Garrone sobre la Italia actual se instala en una atmosfera parecida a la época de la Italia devastada por la guerra y luego su reconstrucción que fue, excelentemente, fotografiada y representada por el cine de Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Vitorio De Sica, Giuseppe De Santis, etc. La Italia actual, como gran parte de Europa y del mundo, vive (por las crisis económicas, y los malos manejos políticos) realidades similares a las de las décadas del ‘40 y ‘50.

“Dogman” está basada libremente en un hecho real que tuvo gran repercusión mediática y fue conocido como: “il canaro della Magliana”, un asesinato que ocurrió en la periferia de Roma en 1988, en el que estuvieron implicados un ex boxeador, Ricci, y un cuidador de perros, De Negri (alias “Canaro”).

El filme de Garrone es una alegoría entre animales y hombres. Se centra en la historia de Marcello (Marcello Fonte: “Concorrenza sleale” , 2001, de Ettore Scola, “Gangs of New York” , 2002), de Martin Scorsese), quien ganó el premio del Festival de Cannes al mejor actor y el Premio del Cine Europeo al mejor actor europeo, y su peor pesadilla: Simone.

Marcello es un hombre que se gana la vida dedicado a la belleza de perros, les corta el pelo, los acicala, los pasea, y alguna vez gana un concurso canino, pero a la vez le agrega un extra a su magra economía vendiendo droga. Pero además pasa parte de su vida soñando con llevar a su hija Alida (Alida Baldari Calabria, “Guarda in alto”, de Fulvio Risuelo, 2017), que es como un oasis para él, a bucear en las aguas azul baraja del Mediterráneo, u otro mar más lejano.

La actuación de Marcello Fonte es excelente. Su físico sin lugar a dudas le ayuda a interpretar ese rol, sin tener la necesidad de exagerar demasiado. Ese aspecto aparentemente débil y esos ojos lánguidos permiten que el espectador sienta lástima por su personaje y rabia con Simone.

El ex púgil Simone (Edoardo Pesce) es su sombra negra, y como todo ser violento encuentra en Marcello la víctima propiciatoria a sus tropelías. Porque como decía León Tolstoi: “La violencia consiste en gente forzando a otra gente, bajo la amenaza de sufrimiento o violencia, para que hagan cosas que no quieren hacer.”

El personaje de Simone es el un tipo tosco, violento y déspota, sin escrúpulos, muy bien interpretado por Edoardo Pesce (“Se Dio vuole”- “Si Dios quiere”, de Edoardo Falcone,2015), ganó el David di Donatello como mejor actor de reparto y el Nastro d'argento al mejor actor, empatando con el protagonista Marcello Fonte.

Si bien el filme pretende hacer una reflexión sobre la amistad desde distintos niveles, y especialmente sobe esa extraña pareja que conforman Marcello y Simone, es más bien la mirada del otro lo que importa. Y el deseo de ser aceptado por la manada, los supuestos amigos de Marcello, con los que va a la “trattoria” a comer sus “spaguettis” o jugar a la noche a la pelota.