Doctor Strange en el multiverso de la locura

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Una pierde la cuenta de cuántas películas y series forman parte de un universo que en un principio entusiasmaba pero a medida que se expande y abre más y más senderos ya no todos nos llaman por igual. Vi la mayoría de las películas y sólo un poco de las series, curiosamente Wandavision es la única que terminé. La traigo a colación porque Wanda, o Scarlett Witch es la otra gran protagonista de esta nueva entrega de Marvel, la segunda parte de Doctor Strange que en realidad es la parte vaya-una-a-saber de una saga que cierra alguna historia, abre otras tantas, se despide de un personaje y presenta a varios más.
Después de que Scott Derrickson se bajara de la secuela de su película que tuvo como protagonista absoluto a Benedict Cumberbatch, quien se puso, o a quien pusieron, al frente fue a Sam Raimi. Un director que empezó su carrera cuando junto a unos amigos filmó una peliculita de terror hoy icónica como es Evil Dead (con su segunda y tercera parte, una más inventiva que la otra) y pronto se hizo un nombre hasta llegar incluso a dirigir aquella trilogía de Spiderman con el Tobey Maguire que tanto extrañamos (Spiderman: No way home sin duda le debe mucho a Raimi). Entonces esto me vuelve a entusiasmar, sobre todo tras varios años sin dirigir una película desde Oz: the Great and Powerful, aunque también me haga sentir cierto temor: sé que no son los directores los dueños de estas películas, sino una productora que conoce fórmulas que evidentemente le rinden y todo indica que seguirá siendo así. Sin embargo las esperanzas de ver un poco de un autor como Raimi estaban a la orden, aunque sepamos que no es él quien tiene el corte final.
Doctor Strange in the Multiverse of Madness empieza con un primer acto poco interesante, situándolo tras lo sucedido en Spiderman: No Way Home. Por un lado se presenta a un nuevo personaje, una joven que llega de otro universo llamada América Chavez (interpretada por Xochitl Gómez, quien viste una campera de jean con la leyenda Amor Es Amor y un pin con la bandera LGBTQ), a través de dos escenas grandilocuentes llenas de efectos especiales como es de esperar. Pero el verdadero conflicto se termina de definir cuando Doctor Strange recurre a Wanda, la viuda de Vision que quedó desolada tras su muerte. Sin contar mucho más, porque además estas películas obsesionan a sus seguidores con el tema spoilers, la historia se abre a diferentes universos y por lo tanto a una infinidad de posibilidades. En otras palabras, todo puede pasar pero al mismo tiempo siempre suele suceder lo más predecible.
Si bien en la primera parte de la película no aparece ni un abismo de un sello de autor de Raimi, de a poco empieza a emerger, aunque siempre lo haga a través del filtro Marvel, con efectos especiales por doquier y el miedo a perder la calificación PG-13. Nos vendieron esta entrega como la primera de terror y eso es una gran mentira, pero no quiere decir que no aparezcan elementos propios del género (algunos se han podido ver incluso en el trailer) en algunas escenas más logradas que otras. En su segunda mitad es cuando aflora lo mejor que puede hacer Raimi acá, un Raimi condicionado que no por eso iba a dejar de divertirse. Y acá sí hay una película divertida que va de menos a más. Hay demonios, brujería, zombies, muertes sangrientas (aunque la sangre no suela estar en primer plano).
Como en todas estas películas también hay un interés romántico inocentón (el protagonista se reencuentra con Christine, el personaje interpretado por Rachel McAdams, a quien no supera aunque intenta simular que sí) y una infinidad de cameos de personajes y actores que apuestan a la sorpresa y al guiño más que otra cosa. Hay una escena post créditos que sigue abriendo posibilidades (además de confirmar un fuerte nombre para lo que viene en el universo Marvel) y otra que no aporta mucho a la trama pero gana en simpatía.
Elisabeth Olsen y su Scarlett Witch ganan protagonismo con un conflicto que a esta altura se siente ya demasiado plano y le impide desarrollarse mejor como personaje (bueno, tuvimos la serie ya, dirán algunos, pero me sigo negando a la idea de que algo no funcione con excusas de ese tipo -me sucede lo mismo con una adaptación literaria que se supone que para comprender, apreciar hay que haber leído el libro antes). La actriz se luce mejor que nunca en la saga y se agradece su fuerte presencia en la historia. Incluso se destaca por sobre Cumberbatch en las escenas compartidas.
Un elemento que funciona mejor que en otras entregas es la música, acá por el experimentado Danny Elfman. Una banda sonora menos genérica que le aporta dramatismo a algunas escenas y hasta se anima a ser la protagonista de una de ellas. Menos eficaz resultan los efectos CGI en ciertas escenas.
El guion de Michael Waldron se desarrolla de manera esperable y efectiva aun entre tanto personaje e introduce algo interesante que no se termina de explorar: el papel de los sueños, que acá se alejan de lo inconsciente para sembrar pistas de algo tangible. Lo mismo pasa con la idea de abrirse a una cantidad desconocida de universos; una creería que desbordaría en imaginación pero se queda a medias tintas.
Excesiva, despareja, alucinante por momentos, Doctor Strange 2 no es la película que un acérrimo admirador de Raimi esperaba ver porque sabía que no iba a encontrarse con un autor en plena libertad. Sin embargo en su Raimi contenido, y con sus referencias a su filmografía, hay mucho más cine que en las películas genéricas del Universo Marvel. El resultado es una película divertida, con varias sorpresas, que podría haber explorado más la enorme idea a la que el título refiere pero sí abre puertas. Resta ver si Marvel se anima lentamente a salirse un poco del molde o prefiere quedarse en la fórmula que tanto le ha rendido. Todo indica que a los fanáticos de Marvel no defraudará pero tampoco a aquellos que busquen algo de riesgo sin esperar algo totalmente distinto.