Django sin cadenas

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

El director de Pulp Fiction (1994) y Kill Bill (2003/04) tiene la particularidad de que no importa qué tipo de película haga porque tanto la prensa, como la industria e incluso el público sabe que se sentará en la sala de cine a ver “una película de Tarantino”.
Bajo esa ley el realizador se permite torcer todas las reglas impuestas de los diferentes géneros cinematográficos y adaptarlos a su antojo poniéndole “elementos tarantinescos”.
Django sin cadenas no es su mejor obra pero es una muy buena película donde no faltan ninguna de las características que el director nos tiene acostumbrados: violencia extrema, baños de sangre, largos diálogos y monólogos y un sinfín de absurdos justificados dentro del universo creado para relatar la historia.
Tranquilamente podríamos afirmar que Django habita el mismo mundo (en el pasado claro) que los protagonistas de Bastardos sin gloria (2009) no solo por el festín de violencia sino por la manera en la cual el realizador eligió narrar la historia.
La dupla que forman Jamie Foxx y Christoph Waltz es formidable y el ir descubriendo a estos personajes a través de sus conversaciones y las masacres que cometen como caza recompensas es el mayor atractivo del film.
Se nota que hay una larga fila de actores que quieren trabajar con Tarantino y tanto los nuevos como los viejos colaboradores dan vida a las locuras del director componiendo sujetos alucinantes porque logran amalgamar lo caricaturesco con lo solemne.
Así es como Samuel L. Jackson y Leonardo DiCaprio eclipsan la pantalla con su presencia, y en menor medida, pero no por ello menos asombrosa, Don Johnson y el mismísimo Franco Nero aportan su carisma.
La escena donde el Django original (que interpretó Nero en la película homónima de 1966) es un claro ejemplo del fanatismo de Tarantino hacia el spaguetti-western. Aquel que consumió sin cesar cuando atendía un video club y que ahora agiorna a su estilo.
La banda sonora merece una mención aparte y es una lástima que pueda disfrutarse al máximo únicamente por los que entienden inglés porque no está subtitulada (sería bastante complicado hacerlo).
Dentro de todas estas maravillas, Django sin cadenas tiene un problema y este es todo el bullicio que causó en la época de nominaciones y entrega de premios, porque si bien es muy buena película es cuestionable su nominación al Oscar. No solo porque no es lo mejor que ha hecho el director sino porque da la sensación que fue ternada para diversificar un poco entre los géneros de los otros films contendientes.
Dicho esto solo queda seguir elogiando la manera en la cual la violencia extrema, el humor negro, lo absurdo e irreverente y un guión sin desperdicios se conjugan para darle vida a una película que solamente no le gustará a los que ya están un poco cansados de Tarantino y lo encuentran repetitivo.
El resto de los mortales, sin llegar a ser miembros de la Academia, encontrarán en la historia de venganza de Django una verdadera joya para delirar en el cine.