Djam - Una joven de espíritu libre

Crítica de Beatriz Iacoviello - El rincón del cinéfilo

Infrecuente pequeña joya cuyo canto de libertad está colmado de esperanza, optimismo y humor

El realizador Tony Gatlif (Michel Dahmani, músico, escritor, vagabundo y hasta delincuente) premiado como mejor director en Cannes con “Exils” (2004), vuelve a recurrir a su joven musa, Daphne Patakia, para presentar en la última edición del festival de Cannes “Djam:Una joven de espíritu libre”

Djam vive en el cuerpo de la actriz griega Daphne Patakia, que actuó en “Spring Awakening” (“El despertar de la primavera” 2015), dirigida por Constantine Giannaris, y comparte pantalla con Maryne Cayon (“Les apaches”, Thierry de Peretti, 2013), que ya había trabajado con el director en “Gerónimo” (2014) y Junto a ellas encontramos al actor armenio Simon Abkarian (“La mécanique de l’ombre”, “Testigo”, Thonas Kruithof, 2015).

Djam, una joven griega, enviada a Estambul por su tío Kakourgos, un viejo marino enamorado del rébétiko, para hacer fabricar por herreros turcos una biela que, por ser de origen ruso, no tiene repuesto. Esto le permitirá poder reparar su barco y volver a realizar los viajes turísticos alrededor de las islas, de los cuales vive. Allí conoce a Avril, una francesa de dieciocho años, sola, sin dinero ni documentos porque se los había robado su novio. Avril había viajado a Turquía a trabajar en una ONG como voluntaria para ayudar a los refugiados.

Djam entabla relación Avril y, a través del canto y la danza, consigue que le den un nuevo pasaporte, además de convencerla de realizar un viaje hacia Mytilene, a la casa de su abuelo, para buscar recuerdos, transformados en fotos y discos. Con su generosidad innata, insolencia, imprevisibilidad, irreverencia, descaro, todo le da igual, hasta el punto de no llevar calzones bajo la falda, es una forma de mostrar su rebeldía más provocativa y su libertad extrema. Durante ese peregrinaje hacia Mytilene, protegerá a su nueva amiga, realizando ambas un road movie, iniciático, plagado de encuentros, situaciones caóticas, momentos compartidos entre tristes y risueños, música, danzas y esperanza.

Cual irresistible Salomé la maravillosa Daphne Patakia, esa heroína luminosa como el sol del mediterráneo, proyectará directo al corazón de espectador su canto colmado de melancólica vehemencia, para hacer descubrir al neófito el rebétiko, una música tradicional de los griegos de Asia Menor, Estambul, Esmirna y otras islas, que habían sido expulsados de Turquía por Atatürk, durante la crisis que comenzó en 1923. Con la llegada de los refugiados griegos, a Lesbos en particular, la salida de los musulmanes de la isla fue automática, se realizó de acuerdo con el convenio recíproco entre los dos países (Tratado de Lausana). Los exilios son siempre un ida y vuelta de individuos que están a merced de los poderes de turno.

Por lo tanto debido a esas migraciones el rebétiko es una corriente musical desarrollada en las tierras bajas de Atenas, cuya combinación de griegos y turcos tejió un vínculo concreto entre Oriente y Occidente. Es música de libertad y tradición. Es el canto fuerte y visceral de una cultura, que a pesar de los reveses de la fortuna mantiene en alto el estandarte de haber sido la cuna de la civilización occidental.

La música es el denominador común en el filme, como en todas las películas de éste realizador argelino. El rebétiko, en este caso es lo predominante, y es la música que cultiva desde hace tiempo Tony Gatlif. Es un género musical de ritmo envolvente, doloroso y rebelde, que se apropia del participante y lo invita a reunirse con textos subversivos, marginales, que hablan de la gente a la gente y protestan contra el poder, el dinero y todos aquellos que no saben amar.

Djam es la encarnación del espíritu del rebétiko: libre, consciente de saber quién es, y que con alegría sencilla revive cada vez que comienza una canción, o un nuevo encuentro. Djan es ese espíritu rebelde que trata de liberar a las mujeres griegas de la regresión a la que fueron sometidas desde finales de los ‘60.

“Djam: Una joven de espiritu libre”, es un filme en forma de caracol, al que se le ve el caparazón, el rebétiko, pero qué para llegar al corazón hay que hacer un recorrido por ese triángulo que conforma la historia entre griegos, turcos y europeos. Grecia es la tierra prometida y encrucijada de todos los caminos, los de Siria, África, todo el Mediterráneo. Desde Turquía, estas personas sólo pueden ir a un país libre como Grecia. Tony Gatlif sostuvo al hablar de su esta obra que: “el hombre se ha convertido en un animal que debe ser atrapado. Él va de un lugar a otro. Él huye. Y cae en la trampa entre un camino sobre la tierra o el mar. No podemos enviarlos de regreso a un país en guerra. Ellos son mantenidos en campamentos. Afortunadamente, no con alambre de púas, pero sí con vallas, casas de cartón o lona blanca. "

La historia de la humanidad ha sido siempre así, siempre existió alguien que ataca, alguien que huye, alguien que es amo, alguien que es esclavo. La esclavitud moderna pasa por las barcas de los contrabandistas. Flotando a la deriva o pudriéndose abandonadas en embarcaderos lejanos. Por un cementerio de chalecos salvavidas. Y sin hacer ninguna arenga de política barata Tony Gatlif lo reconstruye no de modo explícito, sino a través de la mirada de Avril, que está sola en medio de un basural de chalecos y comida, y que lleva a la reflexión de que el hombre se había convertido en una mercancía, desechable. Djam y su familia también son exiliados, escapan primero a Francia, durante la Dictadura de los Coroneles (1967-1974), y en la actualidad al Mediterráneo, de la dictadura de los bancos.

Al volver a centrarse en la historia del exilio, Gatlif expresa una vez más su profundo y oculto sentimiento: la esperanza de evidenciar nuevos horizontes, de exteriorizar un nuevo vehículo para "vivir juntos". De ahí su elección por el rebétiko. Tony Gatlif, hijo de padre Kabyle (tribu berebere) y madre gitana, siente el peso de ser un nómade entre culturas diferentes. De ser alguien que está enancado en ellas y sólo la música puede expresarlas. Por eso el rebétiko, que posee semejanzas con el kabyle (Argelia), chalga (Bulgaria) manele (Rumania), rumba, bulería o flamenco (España), es la expresión de su pensamiento en Djam.

Pasa de todo en esta realización y de modo muy sutil; desde escenas cómicas y trágicas hasta el éxodo de los inmigrantes a causa de la situación política de una Grecia arrodillada, desesperada, que es mostrada como al pasar en una situación de un joven que cava su tumba y luego bebe Ouzo, para despedirse de sus amigos, porque viaja a Noruega, y para quien Djan toma su inseparable “baglama” (instrumento como guitarra pequeña esencial en el rebétiko) y baila. Hasta la violencia de los ladrones y la pago a un taxista, previo refregado de los euros por la vagina de Djam, al que le dice que el dinero esta bendecido,

Desde “Nunca en domingo” (Jules Bassin, 1960) no se había visto en el cine un personaje con tanto desenfado y libertad, como el de Djam, Esta Melina Mercouri actual desprende tanta pureza como inocencia, tanta picardía como seducción, tanto desparpajo como timidez, y que además puede dormir bajo el cielo abierto, como en un rincón de una cueva en el lugar más inhóspito o recorrer bajo un sol ardiente, saltando, los tejados de Estambul, Y que hace pis sobre la tumba de su abuelo, un fascista, colaborador de los “coroneles”, mientras le dice a Avri: "Hay que orinar en las tumbas de aquellos que prohíben la música y la libertad".

En tiempos de intolerancia e estigmatización la elección del director es clara y fluye con naturalidad para reflejar, sin emoción fácil o calculada, e imágenes engañosas, la situación actual de los inmigrantes. Para mostrar la realidad de una Europa que comienza a fragmentarse y de un Mare Nostrum o Yegua Nostrum, es decir de un Mediterráneo que continúa coleccionando despojos y cadáveres de aquellos, hombres y mujeres, que subieron a los barcos en busca de una vida mejor y libertad.

NOTA COMPLEMENTARIA

El rebétiko es un género musical griego cuyas raíces se encuentran en la música griega de mediados del siglo XIX de la costa occidental de Asia Menor y Constantinopla, y que se desarrolló plenamente en los bajos fondos de las ciudades griegas, principalmente El Pireo, Tesalónica y Siros

tras la catástrofe de Asia Menor y la expulsión de la población griega.

Orígenes[

La música rebétika tiene sus orígenes a mediados del siglo XIX en dos tipos de música griega: en primer lugar la música tradicional de las ciudades costeras de Asia Menor y Constantinopla; en segundo lugar las canciones de presidio. Ambos estilos se encuentran en un tipo de local característico de ciudades como Esmirna o Constantinopla, los «cafés Amán» (griego: #954;#945;#966;#941; #913;#956;#940;#957;). En estos locales, propios de los barrios marginales y relacionados con el consumo de alcohol y drogas, se presentaban actuaciones en vivo y constituyeron el crisol donde la música popular microasiática se mezcló con los elementos que serían propios del primer rebético: la prisión, el alcoholismo, el amor y el hachís.

Período de predominio del elemento esmirní

En 1922 sucedió la llamada catástrofe de Asia Menor (Guerra de Independencia Turca), en la que Grecia perdió todas sus posesiones en Turquía y la población griega fue obligada a abandonar sus hogares, de acuerdo con el tratado de Lausana(Suiza) y los acuerdos de intercambio de población entre Grecia y Turquía. La población desplazada griega constituyó una inmensa masa humana de refugiados que en su mayoría se encontraron en la extrema pobreza y se establecieron en ciudades como Atenas, El Pireo y Tesalónica, trayendo con ellos sus tradiciones, su cultura y su música.

De la comunión entre la música microasiática y diversos elementos de la música tradicional griega, surgió el genuino rebético. En este período la temática de la música rebética gira fundamentalmente en torno al amor, a la delincuencia y a las drogas. La influencia de la música de Esmirna es tan abrumadora que, en ocasiones, resulta difícil distinguir entre genuino rebétiko y canción esmirní. Poco a poco, sin embargo, el rebétiko irá adquiriendo su propia personalidad.

Período clásico

En 1932 se realizan las primeras grabaciones de música rebética en Grecia por Márkos Vamvakáris. En 1936 comienza la dictadura de Ioannis Metaxas que establece la censura. Toda la discografía con referencias a hachís, opio, etc. es prohibida. Se continúan, sin embargo, grabando canciones rebéticas con temática legal. Esta situación se mantiene hasta la segunda guerra mundial, pues con la ocupación alemana de Grecia se prohíben todas las grabaciones. Sin embargo los emigrantes griegos de los Estados Unidos continúan con las grabaciones con temas ilícitos, apareciendo, además, una serie de nuevos estilos rebéticos propios de los emigrantes griegos de Estados Unidos con diversas influencias de la música popular americana.

Período de aceptación y popularización[

La figura principal del este periodo es Vasílis Tsitsánis. Tras la liberación de Grecia por los aliados la música rebética comienza a aproximarse a la música popular comercial y a alcanzar a un público menos marginal y más amplio. Paralelamente la temática del repertorio rebético abandona definitivamente los temas marginales y se centra en el amor y los problemas sociales. Aparecen nuevos cantantes como Sotiría Béllou.

La mayoría de los estudiosos consideran que a mediados de los años cincuenta, el rebético desaparece en su forma genuina y da paso a un tipo de canción ligera (griego #955;#945;#970;#954;#972; #964;#961;#945;#947;#959;#973;#948;#953;, /laikó tragúdi/; literalmente ‘canción popular’) con raíces rebéticas, a la que se suele denominar arjontorebético (griego: #945;#961;#967;#959;#957;#964;#959;#961;#949;#956;#960;#941;#964;#953;#954;#959;#965;, /arjonto rebétikou/).

Comienzan entonces a publicarse estudios y antologías de música rebética, biografías de rebetis y nuevas grabaciones de temas clásicos. El #956;#960;#959;#965;#950;#959;#973;#954;#953; (buzuki), instrumento básico del género, se difunde enormemente en toda la música popular y comercial griega, aceptado por grandes compositores renovadores de la música popular griega como Míkis Theodorákis y Mános Chatzidákis. En la actualidad el rebético goza de gran reconocimiento académico y continuamente se realizan ediciones antológicas de todas las piezas del género.