Divergente

Crítica de Pablo Leites - La Voz del Interior

El cine está lleno de futuros distópicos. Desde Blade Runner a Brazil y desde La Naranja Mecánica a Matrix, las películas se encargaron de amenazar con porvenires que -en el peor de los casos- propiciaban reflexiones de largo aliento respecto de sus posibilidades de concreción, además de atrapar con las ramificaciones de la historia y sus personajes. Y si no, al menos resultaban un ejercicio entretenido. No es el caso de la historia plasmada en Divergente.

Con excepción de una pocas secuencias de acción bien filmadas, la cinta a duras penas logra mantener la atención, es previsible hasta el útlimo minuto y el guion redunda en repetición de escenas que apuntan a enunciar una sola y misma idea: la palabra del título. Se deja claro desde la primera línea de monólogo del personaje central que presenciaremos una gran metáfora de la persecución y eliminación de lo distinto en una sociedad posible, de lo que se sale de la norma, y de la lucha de lo divergente por prevalecer como excepción.

La cuestión aquí es lo burdo del planteo (la idea de que en apenas 100 años una población entera puede internalizar una reorganización social limitada exclusivamente a cinco castas o facciones es cuando menos simplista), además de la ausencia de ideas para hacerlo atractivo. Semejante falta de profundidad para retratar lo que subyace en los abismos del inconsciente individual y colectivo se hace aún mayor al avanzar una trama que muestra sus inconsistencias bien pronto en los 140 minutos de duración el filme.

Se salvan, apenas, lo bien logrado de una Chicago en ruinas, los paisajes en espacios abiertos y desoladores y lo decadente de los edificios post apocalípticos, incluso por sobre la química amorosa (bastante escasa) que irradia desde la pantalla la pareja protagónica conformada por Shailene Woodley y Theo James.

Esta esquemática adaptación de la novela de Veronica Roth, una jovencísima escritora que se topó con un best seller a los 25 años, cuando publicó Divergent en 2011, y sus secuelas Insurgent y Allegiant en 2012 y 2013 (que también llegarán al cine) no pasa de ser un ejercicio de referencias a otras ficciones adolescentes que arrasaron en taquilla, como Los juegos del hambre o Crepúsculo. El amor que surge de imprevisto en el contexto de una situación límite, el romance que tarda en concretarse y cuando llega es combatido, los ritos inciáticos y hasta los juegos y simulaciones de lucha.

También es posible que, con la premisa de dejar sentadas las bases para lo que resta de la trilogía, Divergente guarde sorpresas para más adelante. Como sea, tratándose de una película que habla de asumir los riesgos de salirse del molde, no deja de resultar paradójico que encaje en todos y cada uno de los clisés del cine orientado a los jóvenes adultos como fórmula.