Dioses de Egipto

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

El director de "El cuervo", Alex Proyas, vuelve con un film de aventuras donde tira toda la carne al asador pero no despierta adrenalina ni emoción. El actor Gerard Butler aparece desdibujado como si todavía estuviera en "300".

El director de El cuervo y Dark City,Alex Proyas, vuelve con una superproducción recargada de efectos especiales e inspirada en la mitología clásica de Egipto que pone en juego la supervivencia de la humanidad a través del enfrentamiento de dioses, monstruos y un reino de pirámides.Dioses de Egipto parece salida del ciclo "Sábados de super acción", lo que no estaría nada mal si colocara al espectador al borde de la butaca, pero la película sólo muestra un diestro manejo de los recursos tecnológicos colocados en primer plano para una historia que no desarrolla demasiado los personajes ni logra emocionar. El film no tiene adrenalina y todo se percibe como plástico, como si se tratase de Transformers con combates a orillas del Nilo, y con un desfile de Gerard Butler por la pantalla grande que todavía parece estar filmando 300. Acá encarna a Set, el dios implacable de las tinieblas -un oscuro ser alado- que usurpó el trono de Egipto sumiendo al reino en el caos. En la historia se suman un joven ladrón -Brenton Thwaiters- que consigue el respaldo de Horus -Nikolaj Coster-Waldau- formando una alianza para enfrentar al Mal Supremo y conseguir así a el verdadero amor.Con un gran despliegue de fondos y chisporroteo visual, Proyas no logra los climas alcanzados en sus anteriores trabajos y sólo pone el acento en héroes, antagonistas redimidos y en enfrentamientos con espadas realizados con ralentis. Los anacronismos y toda la carne que se echa al asador no contribuye para equilibrar al film hacia el lado positivo. Siempre hay más y más para ver, desde caídas de cascadas, ataques de serpientes gigantes -la mejor secuencia del film-, juego de tamaños y escalas entre los personajes -como en El señor de los Anillos-, además de cameos del actor fetiche de Proyas, Rufus Sewell , y una incomprensible y fugaz participación del australiano de Claroscuro, Geoffrey Rush.