Dios mío y ahora que hemos hecho?

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

El humor como antídoto contra la corrección política

En una época que exuda corrección política casi hasta asfixiar cualquier disidencia, el director francés Philippe de Chauveron apela al humor y se ríe nuevamente de todos los clichés referidos a africanos, chinos, israelíes, árabes y, por supuesto, franceses. Eso, además de los conflictos y roces entre cada uno de ellos de forma particular.

Así lo hace en "Dios mío, ¿y ahora qué hemos hecho?", Secuela de la taquillera "Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?" (2014) protagonizada por Claude y Marie Verneuil, un matrimonio de mediana edad de clase media alta que vive en una pequeña ciudad francesa. En la primera parte, los Verneuil debieron aceptar su familia formada por sus cuatro hijas y sus maridos de distintos orígenes.

Superado aquel trance, en esta ocasión el conflicto se presenta cuando los cuatro yernos descendientes de africanos, árabes, israelíes y chinos se sienten amenazados en una Francia que perciben racista por lo que deciden emigrar a los países de sus ancestros.

En una de las películas más taquilleras de Francia, el sarcasmo es la regla y el director no deja ningún tópico al cual disparar sus ironías, y los Verneuil también son parte de su objetivo. Claude y Marie son retratados como personas bienintencionadas pero que no terminan de digerir las diferencias. Así lo muestra viaje cuando regresan de una forzada visita a sus consuegros de Costa de Marfil, Argelia, China e Israel, un del cual vuelven exhaustos y ansiosos por regresar al confort y la seguridad de su lugar en el mundo, una acogedora casa de campo en Chinon, en el Valle del Loira, con sus jamones, sus quesos, sus castillos y sus campos verdes.

Entre broma y broma de un guión que vuelve a cumplir su misión original de entretener, el director desliza temas de actualidad, como el uso del burka en Francia o la presencia de refugiados que inevitablemente son vistos por Claude Verneuil como talibanes suicidas.

En una segunda capa debajo del humor, el cineasta tira sobre la mesa situaciones que desafían no solamente la idea de corrección política, sino también interrogantes como qué se entiende por tolerancia, hipocresía, prejuicio o integración en una sociedad multicultural y cosmopolita. Pero también, en una época en la que las familias lidian con el hecho de que sus hijos evalúen la posibilidad de emigrar, esta película viene a recordar que algunas catástrofes sociales, políticas o económicas pueden romperlo todo menos los afectos.