Dios mío, ¿Qué hemos hecho?

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Yernos de todos los colores.

A partir de los atentados ocurridos hace tres semanas en Francia, mucho se viene hablando de la multiculturalidad de ese país, que en las últimas cinco décadas recibió una fuerte corriente inmigratoria proveniente de sus ex colonias africanas y asiáticas y cuenta, por ejemplo, con una población de cinco millones de musulmanes. Al director Philippe de Chauveron le llamó la atención un dato vinculado lateralmente a este tema: Francia es el país con más casamientos mixtos en el mundo (el 20% del total). Ese fue el disparador de Dios mío, ¿qué hemos hecho?, que intenta mostrar, con humor, el choque de culturas. Un matrimonio rico, católico y gaullista -encarnación de la vieja Francia- ve con horror cómo tres de sus cuatro hijas se casan sucesivamente con franceses de origen árabe, judío y chino. Y todavía le falta enterarse de la sorpresa que le reserva la menor.

La película -por lejos, la más taquillera del año pasado en Francia- da la sensación de oportunidad desaprovechada: a De Chauveron le faltaron unas cuantas dosis de audacia y provocación como para tirar más de la cuerda y llevar el planteo al extremo. Si al principio da la impresión de tratarse de una comedia urticante, incómoda, enseguida todo se torna edulcorado y políticamente correcto. Las de-savenencias raciales desaparecen y aparecen conflictos menores, que se apartan de la interesante premisa inicial y se acercan a los de cualquier comedia romántica del montón.

Hay cantidad de chistes infantiles y redundantes. Los momentos más logrados están en el contrapunto ente el padre (Christian Clavier, un prócer de la comedia francesa) y su futuro consuegro (el congoleño Pascal N'Zonzi, toda una revelación). Ellos son los que mejor exponen los prejuicios que existen entre los diferentes grupos étnicos, y muestran que el racismo no es patrimonio de ningún color o religión en particular