Diletante

Crítica de Miguel Frías - Clarín

A favor del placer

Retrato, riguroso pero no solemne, de una singular mujer de 80 años.

La cartelera nos ofrece, desde hace una semana, una gema de una mujer de 80 años: Las playas de Agnès, de Agnès Varda. Esa libertad de pensamiento, esos puntos de vista sorprendentes, ese triunfo de la vitalidad por sobre la biología emergen, en la opera prima de Kris Niklison, de un personaje de la misma edad: su madre. Pero no se trata de una artista ilustre sino de una diletante: alguien que expone sus pensamientos con más encanto que profundidad. Ideas residuales de una vida intensa, independiente, sibarítica, que se borrarán como huellas a orillas del mar. Belleza efímera: la vida, captada por otra magia con fantasía de inmortalidad, el cine.

Tras hacer una introducción en primera persona, y de abrir el filme con imágenes de un festivo gay parade en Amsterdam, donde vivió durante veinte años, Niklison -hasta ahora dramaturga, directora, coreógrafa y actriz de teatro en Holanda- nos traslada a una bucólica estancia de Sauce Viejo, Santa Fe, donde vive su madre, Bela Jordán. Desde entonces, el microcosmos de esta mujer, activa, inteligente y filosa, exégeta del placer, un personaje que habría fascinado a Oscar Wilde, toma el centro de un documental que retrata sin juzgar: mérito de la realizadora.

Bela habla (monologa) con una mucama, que siempre está fuera de campo y que funciona -a través de palabras serviciales, sumisas, temerosas- como su antítesis. Afuera, se mueve un casero que jamás tendrá voz. Un personaje misterioso: el hombre como imagen lejana, difusa, por momentos acechante. Bela -que fue una mujer de mundo- arma rompecabezas, usa internet, hace compras en su cuatriciclo: domina la situación, se siente cómoda, feliz, en el centro de su reino. Niklison nos la ofrece con rigor formal, pero sin solemnidad: sabe valerse del humor y el ingenio de su madre. Recorre con minuciosidad su cuerpo: lo acaricia, lo vindica, lo combina con imágenes de la naturaleza.

Bela asegura que la vejez, dique a las demandas ajenas, es la mejor etapa; se jacta de no haber tenido que vender su vida en un trabajo (privilegio, obvio, del que tiene dinero); asegura que ama las tormentas junto al Paraná; dice que se arrepiente de las cosas buenas que hizo, no de las malas. Bela: "La naturaleza es sabia; te da arrugas al mismo tiempo que te quita la vista". Bela: "No tengo miedo de estar muerta. Otro cosa es tener que morirme". Pero la película y ella rebosan de gracia y vida.