Días de pesca

Crítica de Marcelo Menichetti - La Capital

Historias del camino

Tal como sucedió con “Historias mínimas” y “El perro”, entre otras películas que llevan su sello, en “Días de pesca” los paisajes de vastas extensiones del sur argentino, así como los personajes poco ampulosos y más ceñidos a la realidad —muchos de ellos no son actores sino parte de la realidad cotidiana —, se convierten en el centro de la película dirigida por Carlos Sorín. Montado sobre la historia de un hombre que acaba de salir de una desintoxicación por su adicción al alcohol, el director lo acompaña en un viaje al sur de la Argentina a donde el hombre se dirige para intentar disipar sus fantasmas con el ejercicio de una de sus pasiones: la pesca. En el trayecto, el viajero se encuentra con un entrenador de box que viaja con su pupila para afrontar un compromiso deportivo; con un baqueano del mar que le permitirá intentar la captura de un tiburón y con su hija, a quien le perdió el rastro hace demasiado tiempo. Con esos elementos Sorín consigue que el espectador se convierta en un atento “polizón” durante el viaje y el disfrute de una buena película.