Días de pesca

Crítica de Juliana Rodriguez - La Voz del Interior

Un viaje para encontrarse

Después de La ventana y El gato desaparece, Carlos Sorín vuelve al sur y a un relato sencillo, austero, que bien podría ser un desprendimiento de una de sus Historias mínimas. Días de pesca, su nueva película, vuelve a retratar la desolación de un personaje a través de su viaje iniciático (o, mejor, un viaje-epílogo).

En la primera escena, se ve al Marco (Alejandro Awada) un hombre de 50 años, en una estación de servicio, camino al sur. Allí conoce a un hombre que lo invita a su mesa, en la que brilla un pingüino. El objeto (como tantos otros objetos que cobran importancia en esta historia) es el disparador del tema. Awada interpreta a un alcohólico en recuperación, que va al sur a practicar la pesca de tiburones y a buscar a su hija, a quien no ve desde hace años.
Sorín retrata esos paisajes sin melancolía forzada ni clichés, y logra expresar a través de la fotografía y el sonido ese existencialismo de páramo patagónico.

El clima emocional que la cámara crea se completa con la interpretación de Awada. Con la mínima cantidad de diálogos y un registro gestual sutil, apto para primeros planos, el actor construye sin estridencias un personaje de apariencia cordial y tranquila, pero que deja asomar un pasado perturbado. Un gran hallazgo es el de la actriz Victoria Almeida, que con una mirada que lo dice todo logra la mejor escena de la película; y el de Oscar Ayala, el entrenador de boxeo con un talento innato para la actuación (otro de esos descubrimientos de Sorín, como Juan Villegas en El Perro).

Con personajes como él se topa Marco en su camino (más unos mochileros colombianos, un locutor de radio, un instructor de pesca). A través de su encuentro con ellos, Marco mostrará partes de su historia, hasta que llegue el momento decisivo de la cita con su hija.

La película se toma el tiempo necesario para contar lo que necesita, sin por eso extenderse en escenas bucólicas eternas, ni en silencios contemplativos que no dicen nada (tentación en la que caen tantos filmes argentinos). Sus 77 minutos son los justos y necesarios para esta historia sencilla de redención. Quizá la música del filme sea demasiado solemne y grandiosa para el relato, pero Días de pesca logra lo que ambiciona.