Días de ira

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

Ciudadano lobo con piel de cordero

Clyde Shelton (Gerald Butler) es un ciudadano modelo de los suburbios que recibe el más inesperado y devastador de los golpes cuando pierde, en una misma noche, a su esposa e hija durante el violento asalto a su casa. Sin embargo, el fiscal del caso (Jamie Foxx), un joven abogado seguro de sí mismo que siempre apuesta a ganador, decide pactar con uno de los dos delincuentes que arruinaron la vida de Clyde para poder condenar a muerte al otro.
Insatisfecho con el sistema judicial por esta sentencia, el otrora tranquilo ingeniero y padre de familia madura a lo largo de una década sus planes de venganza, planes que incluyen a cada uno de los involucrados en el juicio (fiscal y jueces incluídos) a modo de un grotesco y violento juego de estrategia donde todas las piezas son movidas desde las sombras por una mente de asombrosa lucidez e inteligencia.
A Gerald Butler, agotados todos sus mohines, sólo le queda componer un villano arquetípico del que se habla más de lo que se ve, pero que al mismo tiempo está lejos de generar el impacto de otros villanos (Keyzer Soze, de "Los Sospechosos de siempre", es un referente muy cercano, aunque lo que Butler compone recuerda más a una parodia que a un homenaje). Y Jamie Foxx hace lo que puede, en medio de una trama que sobrevive a puro golpe de efecto y que al momento de hacer hablar a los personajes deriva en diálogos casi tan ridículos y estereotipados como los de "Avatar".
En sí, la premisa promete; pero como toda promesa debería sostenerse con buenos momentos de acción en pantalla, y estos momentos son escasos, cuando no previsibles.
En una suerte de escalada de suspenso invertida, F. Gary Gray pone toda la carne al asador al principio, y una vez que se aseguró el interés del espectador (más allá de que en todo momento está claro cuáles serán los movimientos del psicópata, con la consiguiente pérdida de dicho interés) deja al garete su historia, derivando en uno de los finales más previsibles y descuidados del cine. Esta es la mayor flaqueza de la película; en un thriller como el que pretende ser, no sólo es un detalle mayor: es imperdonable.