Diario de un seductor

Crítica de María Victoria Vázquez - El Espectador Avezado

Vaya a saber quién decide qué título se le va a poner a una película para su estreno local. En este caso, lo único que hay en común entre el título original (y por ende, la película), y el que se va a conocer aquí, es la palabra “diario”. En ningún momento encontraremos al seductor al que se hace referencia. Sí, claro, Johnny Depp tiene un importante número de fanáticas, pero Paul Kemp, su personaje en el film, es más bien todo lo contrario.

En 1998 Depp encarnó al alter ego del psicodélico escritor Hunter S. Thompson en la película Fear and Loathing in Las Vegas. Como estaba basada en una novela casi autobiográfica, ellos se reunieron varias veces para que los actores se empaparan de la historia. Evidentemente quedó un lazo entre el actor y el escritor, ya que aquí Depp, que además de ser el protagonista es productor de la película, vuelve a lanzarse a la adaptación de otra de las novelas de Thompson.
A esta altura puedo decir que ningún proyecto que encare Johnny Depp me decepciona. Ya sea su particular pirata Jack Sparrow, o sus asociaciones con Tim Burton, me encanta verlo actuar. Me encanta lo que elige hacer. Aclaro esto ya que mi opinión sobre esta película puede no ser masiva. De hecho yo la disfruté mucho, pero dura casi dos horas, y tiene algunos altibajos en el ritmo, por lo que a algunos espectadores puede no gustarles tanto.
Es difícil encasillarla en un género. Por el marco general, podríamos decir que es un drama, sin embargo hay un par de escenas desopilantes, que podrían estar en la mejor de las comedias. Y es que, como su título lo indica bien, se trata de una suerte de crónica de la estadía del escritor Paul Kemp en el Puerto Rico de 1960, y como tal, no todo es serio, ni todo es risas.

Kemp llega a la isla, estado independiente pero que depende políticamente de los Estados Unidos, para trabajar como periodista en un diario moribundo. La permanente amenaza de quiebra se contradice con la inversión en maquinaria, y con los pedidos del editor, que quiere inyectarle “sangre fresca” a la publicación.
Conocerá a varios colegas algo peculiares (como Moburg, interpretado por Giovanni Ribisi, y Bob Sala, interpretado por Michael Rispoli), a empresarios inescrupulosos como Hal Sanderson (Aaron Eckhart), y al amor de su vida, Chenault (Amber Heard).
Verá el Puerto Rico que intereses económicos norteamericanos quieren vender a sus turistas: hoteles, hermosas playas, bowlings y casinos, pero también abrirá los ojos para ver a los excluidos: los puertorriqueños sin tierras, pobres, y marginados, como extraños en su propio lugar. Su propia escritura se debatirá entre la denuncia que quiere hacer de esa explotación, y el trabajo rentado de “desinformación” para beneficiar a un grupo empresario.
Todo esto, inmerso en un mar cerebral de alcohol, especialmente ron (el del título original), y algunas drogas experimentales. Paradójicamente, una de las “revelaciones” que tiene se produce estando bajo el efecto de una extraña droga que se aplica como colirio. El personaje de Kemp es otro alter ego de Thompson, y se ve bien que probaba de todo sin asco.

Es interesante la postura política que el film plantea sobre el “sueño americano”, al que ve como sólo una ilusión funcional a los intereses de capitales y corporaciones, y también sobre el rol de la prensa para denunciar esta suerte de asociación implícita. En referencia al poder revolucionario que ve en el periodismo, Kemp dirá “huelo el olor de los bastardos, que es también el olor de la verdad: huelo tinta”.
Una película con algunos defectos de ritmo en el guión, que sin embargo me resultó interesante por lo que cuenta y su manera de mostrarlo. Las actuaciones son buenas, especialmente Johnny Depp, con un peinado estilo Palito Ortega en los ’60 (raro verlo sin la peluca Sparrow).
Lo que es probable es que después de verla esperen un tiempo antes de comprarse una botella de Bacardi: la cantidad de alcohol consumida en la película emborracha hasta a los que estamos del otro lado de la pantalla.