Diario de un seductor

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Caótica amistad

Antes que nada, es necesario aclarar que este Diario de un seductor no trata sobre “seductores”, sino sobre el periodista con aspiraciones a escritor Paul Kemp/Johnny Depp y su desembarco etílico en el Puerto Rico de comienzos de la década de 1960, argumento basado en la novela The rum diary (“El diario del ron”) de Hunter S. Thompson, a su vez título original de la película.

Sociedad entre actor y autor (Thompson se suicidó en 2005) que ya había legado otra adaptación, la lisérgica y desopilante Pánico y locura en Las Vegas (1994) de Terry Gilliam. Sustituyendo ahora el LSD por el sopor del ron y otras bebidas blancas, este filme de Bruce Robinson baja un par de cambios con respecto a aquella otra, ofreciendo un reflejo amable y más descentrado donde el eje también incluye las peripecias de una buddy movie (en las desventuras de la dupla que forman Kemp y el fotógrafo Sala, un sobresaliente Michael Rispoli, inevitable guiño al dúo Depp/Benicio Del Toro en Pánico y locura...).

Fuera de esa convivencia de borrachines a los que se suma el malogrado sueco Movern (Giovanni Ribisi), Diario de un seductor derrama su alcohol en varias y alejadas direcciones: por un lado está la decadencia del San Juan Star, repudiado periódico estadounidense al que Kemp arriba en su peor momento; por otro, la hostilidad entre nativos y norteamericanos que se respira en la isla caribeña, y que deparará una serie de episodios violentos más propios de la fábula que del retrato “social”; y, ahora sí, el romance entre el “seductor” Kemp y la idílica Chenault (Amber Heard), pareja del acaudalado Sanderson (Aaron Eckhart) a la que el periodista se irá aproximando de a poco.

Y el peligro de abrir tantos frentes acecha cada vez más hacia el final, cuando queda claro que el guión–adaptación de Robinson deja varias cuestiones sin resolver o que tal vez las resuelve demasiado tarde; aunque también es cierto que, al contrario de lo esperable por su influencia etílica, Diario de un seductor consigue seducir por momentos gracias a su grácil sobriedad, modestia respetuosa que debe leerse como homenaje de Depp (también productor del filme) hacia su amigo escritor: tal cuidado hace que Diario... resulte entrañable a pesar de sus falencias y que se anexe con dignidad a la leyenda Hunter S. Thompson, como un eco tímido y pasatista frente a la autoral y desmedida Pánico y locura en Las Vegas.