Diario de un seductor

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Esta realización narra las vicisitudes vividas por el periodista Paul Kemp (Johnny Deep) que se suscitan en Puerto Rico, a principios de la década del ´60, cuando se postula para cubrir la vacante producida en un periódico en pleno camino hacia su derrumbe definitivo. Pero todo el filme es una trampa hacia el espectador, ni mencionar que el titulo con que se estrena en la Argentina es engañoso, especifica hacia la platea femenina. El titulo original podría traducirse literalmente como “El Diario del Ron”, situación que redundaría en la problemática del personaje principal y su afecto inconmensurable por el alcohol.

Pero la trama plantea una historia de amor, casi un triangulo amoroso, entre el mencionado Kemp, Chenaut (Amberd Heard) y el poderoso Sanderson (Aaron Eckhart) terrateniente propulsor de negocios no muy santos. Plagada de giros, esa misma trama pasa por situaciones de denuncias a la manipulación del poder sobre los medios y sobre las vidas de la gente común, o la mirada ingenua de un yankee respecto de una cultura que cree conocer pero de la que realmente es un verdadero ignorante.

Hay dos escenas que plasman tales certidumbres. La primera, luego de la presentación del lugar donde se desarrollará el relato, donde nuestro héroe atraviesa, sin entender nada de lo que sucede, una manifestación de protesta por parte de los nativos. La segunda, el maravilloso dialogo entre Kemp y su editor en jefe Lotterman (Richard Jenkins), que es quien le da la bienvenida, casi armada como una despedida, así, de despiadada.

Si nos atenemos a comprender lo que estamos viendo como el diario intimo del ron, o de los efectos de esa bebida sobre sus personajes, medio ambiente, y momento histórico, entonces, y sólo entonces, podremos dar cuenta de las heterodoxias del filme. No hay un solo conflicto, si bien hay uno que es directriz, pero desde la mitad del relato hasta el final, construido alrededor de Kemp y su antagonista Sanderson, pero excluyendo a la dama en disputa, ya que lo principal es la pelea regida por un orden del comportamiento moral y ético, en contraposición del dinero como el dios regidor. Por otro lado, el triangulo amoroso, y en algunos momentos la defensa de la verdad como un bien preciado tanto como el de la libertad.

En esta otra subtrama encontramos a los personajes mejor desarrollado y mejor caracterizados de la historia. Por un lado Sala (Michael Rispoli), a la postre el mejor amigo de Kemp, quien ayudará en la búsqueda de la verdad, por otro un personaje de menor peso narrativo, Moberg (Giovanni Ribisi), un genio periodístico quemado por el alcohol y las drogas, pero que es quien sabe la verdad.

Si bien tiene toques humorísticos, no se define como comedia, tampoco tiene intenciones de presentarse como un filme de suspenso, si bien incluye muchos elementos como para generar intriga, y cuando parece encaminarse hacia la tragedia, esta no esta en el destino de los personajes y termina diluyéndose.

No llega a ser “Pánico y Locura en las Vegas” (1998), del mismo autor, pero con la diferencia que como responsable total aparecía Terry Gillian. En este caso si bien no aburre, tampoco agrega demasiado.