Día de los enamorados

Crítica de Marina Yuszczuk - ¡Esto es un bingo!

El arte de narrar lo peor que se pueda

Aparte de los Oscars, hay un premio más o menos desconocido que se llama la Frambuesa de oro y que se entrega todos los años a todo lo peor. Me acuerdo porque una vez lo vi en la tele y el premio se lo llevó la Gatúbela de Halle Berry, así que algo de justicia debe haber por ahí. En esta oportunidad quiero otorgar humildemente mi frambuesa al zoquete que hizo Día de los enamorados y que evidentemente es un artista de lo peor, cosa que no es poco mérito.

El planteo ya de por sí es escabroso: todo tiene lugar durante el día que los norteamericanos llaman San Valentín (que acá por suerte no viene teniendo mucho éxito) y la festividad se representa en la película con una proliferación de flores, flores y más flores en arreglos espantosos, osos de peluche gigantes y cajas de bombones con forma de corazón. Lo de los arreglos florales es importante porque cualquiera sabe que por más linda que sea una florcita, muchas flores hermosas amontonadas de cualquier manera pueden dar un resultado atroz y eso es exactamente lo que pasa acá: hay un problema de composición. Así es como aparecen feos y desperdiciados Shirley MacLaine, Jessica Biel, Jaime Foxx, Anne Hathaway, Julia Roberts, y otra gente que tuvo momentos más brillantes.

En Día de los enamorados no pasa nada, estrictamente hablando. Es decir, pasa un día completo, el 14 de febrero, y en ese día parecen pasar montones y montones de cosas, pero la narración está completamente rota y el director (antes y de ahora en más denominado “zoquete”) creyó probablemente que en las muchas idas y vueltas por la Los Angeles peor filmada de la historia nos íbamos a confundir y a pensar que estábamos viendo historias que tienen sentido cuando en realidad se nos quiere conformar con caritas, cual gatito de Shrek. La diferencia entre una película coral de esas que están de moda y el engendro que en este caso nos ocupa es que acá se filmaron muchas cosas feas y se metieron en una licuadora de la que salió la pésimamente montada Día de los enamorados (igual se va vender, supongo, aunque no tenga estrellas sino posters mal pintados, como esa Jessica Alba lista para una publicidad de Silkey).

¿Vieron Love actually? Bueno, acá parece que el zoquete tuvo la idea de filmar una igual pero ambientada en Los Angeles, cosa que en la comparación su película quedara bien mal parada y así se asegurara la frambuesa. De todas las “historias” que acá se nos impide seguir –salvo que llevemos una libreta y vayamos anotando- voy a contar una sola porque para muestra basta un botón de rosa. Estelle (Shirley MacLaine) está casada hace cincuenta y un años con Edgar (Hector Elizondo); la pareja es hermosa. Esto lo sabemos porque él la sorprende a la mañana con un frasco de Chanel y pone caras para que se note que la ama mucho. El problema es que lo idílico no era tan idílico como él creía: en ese mismo día del amor se entera de que su señora esposa le metió los cuernos con un bussines-partner una vez que él estaba de viaje, entonces se enoja mucho y se va solo al cementerio (sic) a ver una película en pantalla gigante. Ahí se encuentra con Jason (Topher Grace) que está ofendido porque Liz (Anne Hathaway) no le contó que trabajaba de call girl, y en la pantalla la ve a Shirley MacLaine de jovencita. Se muestran otras cosas, mayormente actores y camionetas. Después se muestran un par de cosas más. Cuando ya no sabemos en qué estábamos, Estelle aparece en el cementerio revoleando unos velos rojos con brillitos y llamando a Edgar, y entonces él corre hacia ella y le dice “Ahora entendí que cuando amás a alguien tenés que amarlo por lo que es, entonces te perdono”, y se dan un besito. ¿Cómo llegó Edgar a semejante revelación? ¿En qué momento y por qué cambio de opinión? No lo sabemos. Acá el zoquete decidió que no importaba. En lugar de contarnos pone a la pareja a la izquierda del plano dándose un piquito mientras a la derecha y como fondo se ve a la Shirley MacLaine de la pantalla de ese cine improvisado, vaya a saber por qué. Si fuéramos buenos pensaríamos que en ese plano magistral se nos quiere mostrar que Edgar recordó con quién estaba y por qué la quería, pero como somos malos tenemos la sospecha de que el zoquete intuyó que no estaba pasando absolutamente nada y entonces le puso unos trapos rojos a Estelle para que revoleara y agregó una película de verdad en el fondo, a ver si el espectador no se daba cuenta y entre truco de prestidigitación malo y truco de prestidigitación peor, se conmovía. Entretanto Jason, muy afectado por esta lección que jura haber aprendido (¿será el valor de los gestos totalmente desprovistos de contenido, eso que aprendió?) se va corriendo a perdonar a Liz.

En la estupidez de ese plano está todo, pero si necesitan más, ahí tienen a Kara (Jessica Biel) sentada en una escalera de chapa que espera a Kelvin (Jaime Foxx) para darle un besito. Cuando se lo dan aparecen proyectados en la pantalla de un televisor con un croma de fondo, y encima la imagen se multiplica en un montón de pantallas. ¡Romántico y fino! O si no tienen a Reed (Ashton Kutcher, que lleva durante dos horas una camiseta rosa de manga larga y arrugada) y Julia (Jennifer Garner), dos amigos de años que ese día se dan cuenta de que deberían casarse porque es un buen plan casarse con el mejor amigo, entonces intentan darse un besito sin muchas ganas arriba de un puente y no les gusta, pero como la película no podía terminar ahí lo intentan otra vez y esta vez menos mal que sí les gusta. Travelling hacia arriba, luna llena, final feliz. ¡Felicitaciones zoquete, ya tenés tu frambuesa! Nadie podrá quitártela.

Pensar que venía de ver Love happens, con Aaron Eckhart y Jennifer Aniston (no puede mover más los cachetes, olvídense de ella), y consideré con alegría que era una de las peores comedias románticas que había visto. En fin. Misterio para resolver: por qué a las señoras grandes que van al cine el domingo endomingadas a ver estas películas -¡pícaras que deben ser!- les da risa que una mujer encuentre a su yernito adolescente desnudo en la pieza y él salga corriendo cubierto sólo con su guitarra, y que Queen Latifah haga chistes verdes (sí, verdes) sadomasoquistas por teléfono y ponga trompita de dominatrix. ¿Será la misma gente que va a la calle Corrientes a ver teatro de revista? ¿Alguien sabe? Bueno, la cuestión es que el zoquete venía medio bien, había hecho Mujer bonita y Novia fugitiva (no serán buenas pero son películas, ¡qué tanto!). Vaya a saber qué le pasó este año. Por ahí ya en plena edad madura se fue dando cuenta de que no llegaba para el Oscar y decidió tirarse a la frambuesa. Lo bien que hizo: se la merece de todo corazón (de peluche colorado y con bombones adentro).