Día de la Independencia: Contraataque

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Está claro que poner a consideración un comentario sobre “Día de la independencia: Contraataque” está más cerca de una anécdota sobre su estreno que de un análisis profundo, porque simplemente es otra franquicia (se planea una tercera) que cobra justificación sólo a partir de la calculadora.
Roland Emmerich se inscribe dentro de la gama de directores serviles al espectáculo visual pochoclero de estos últimos 20 años. Una mixtura entre M. Night Shyamalan, por la rara capacidad de instalar una media hora inicial tremenda para luego desbarrancarse, y Michael Bay, por la soberbia dedicación a los efectos visuales en desmedro de la solidez del guión.
Más que una secuela apoyada en la construcción de un universo propio, y a la vez útil en el disparador de historias paralelas de las cuales se puedan nutrir las siguientes entregas, ete estreno ampara su existencia en la repetición, casi a rajatabla, del argumento de 1996. Una invasión extraterrestre que pone en jaque a la humanidad la cual debe aunar esfuerzos para repeler un ataque masivo y despiadado. ¿Vueltas de tuerca? Ninguna. Sólo el contexto político marcado por un mundo en paz (luego del lío anterior), pero que se arma con la tecnología dejada en el suelo por los invasores por si acaso vuelven.
Y sí, vuelven.
El guión cambia la impronta de los personajes como si fuese una formación de fútbol en la cual el 10 juega de 5, el 2 de 9, y el arquero de 5. Sin Will Smith es difícil sostener el humor que aparece en cuentagotas, salvo que se tenga muy fresca la primera y las referencias estén a flor de piel. Sí es cierto que el prodigio de los efectos especiales tiene momentos que dejan la boca abierta. Rompen todo lo que se ve en la pantalla, y hasta parece que los cascotes están ahí para pegarle al espectador.
“Día de la independencia: Contraataque” es casi una remake de notable factura técnica que se da lugar para versionar la original con formato pop. Hay que estar listos para saberse espectadores de una cultura pop evasiva de ideas pero llena de espejitos de colores. Tal vez el mejor consejo para los nuevos asistentes sería evitar ver la de hace 20 años como para poder llevarse algo más de este entretenimiento.