Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca

Crítica de Juan P. Pugliese - EscribiendoCine

Como es arriba, es abajo

Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca (2016) de Guillermo Glass y Federico Axat nace de la necesidad de un grupo de amigos montañistas de darle cierre a una aventura que los marcó para siempre.

La idea del grupo era subir hasta la cima del Dhaulagiri en el Himalaya y realizar un documental donde quede registrada la monumental hazaña. Pero las cosas no salieron tal como lo habían planeado y uno de los integrantes no logró ascender los 8000 metros. Años después, uno de ellos decide contactarse con los demás y terminar la película inconclusa.

En los primeros minutos de Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca, la tragedia queda expuesta de manera muy sutil. Todos hablan de Darío y de la necesidad de cerrar un ciclo y en el camino hablar sobre una pasión que tratarán de explicar con palabras e imágenes. Las secuencias son atrapantes ya que luego de hacer base, las condiciones climáticas se recrudecen y captar la experiencia es una empresa dificultosa.

Los directores no apelan a golpes bajos y, por el contrario, durante más de la mitad del metraje, todo es entusiasmo. La cámara logra captar la emoción de los protagonistas y el documental no busca presentar la situación como la del hombre versus la naturaleza. Aquí, entran en comunión con la montaña y el desafío forma parte de un estilo de vida.

La hermandad entre los montañistas, las consecuencias de las inclemencias de las bajas temperaturas y decisiones de vida o muerte hacen de Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca un documental emotivo y único.