Detrás de los anteojos blancos

Crítica de Juan Ventura - Proyector Fantasma

Un viaje con Lina por la vida de Lina

Detrás de los anteojos blancos retrata la vida y obra de la cineasta Italiana Lina Wertmüller, célebre durante la década del ’70 por sus películas “Mimí metalúrgico” (1972), “Amor y anarquía” (1973), “Insólita aventura de verano” (1974) y “Pascualino Sietebellezas” (1975). Por esta última, Lina conseguiría el reconocimiento y la fama mundial, siendo la primera mujer en la historia en recibir una nominación a los premios Oscar como mejor directora.

El director Valerio Ruiz –que trabajó durante ocho años con Lina como asistente de dirección y guionista- describe con calidez y ternura a un personaje excéntrico y apasionado, desde sus inicios con Federico Fellini hasta su no tan prolífica última etapa, pero poniendo especial énfasis en sus épocas de gloria.

El tono íntimo de este documental se nutre de los testimonios y anécdotas de personalidades destacadas del cine, que describen a Lina en sus distintas facetas: su obsesividad en el trabajo, su capacidad para sacar lo mejor de los actores, a los que dirigió o su lucidez artística e intelectual para plasmar en pantalla temáticas controvertidas para su época. Entre ellos, se puede mencionar a Giancarlo Giannini, Sophia Loren, Harvey Keitel, el crítico John Simon o el director Martín Scorsese (devoto admirador de su carrera).

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Ruiz repasa con precisión distintos hitos en la vida de la cineasta: su amistad con Fellini, su debut cinematográfico con “I basilischi”, en 1963, el impacto de Enrico Job –su esposo- en su obra y la significación histórica de sus cuatro films más influyentes. Y lo hace con inteligencia, transportándonos junto con Lina a las mismísimas locaciones en las que rodó sus películas, e intercalando imágenes de las cintas originales.

En ese sentido, puede trazarse un paralelismo con aquella bella definición de Borges sobre las bibliotecas, entendidas como “…cavernas mágicas llenas de difuntos que pueden ser devueltas a la vida cuando abrimos sus páginas…”. Así, la filmografía de nuestra protagonista revive (y nos emociona), por más que hayan pasado casi 50 años en el medio.

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Por otro lado, Ruiz nos permite conocer el caserón de Lina, equipada con miles de libros, películas, discos, esculturas y fotos. Por momentos, su hogar habla más de ella que lo que la propia realizadora tiene para decir de si misma, pues la pinta de cuerpo entero, como una intelectual apasionada del arte.

El excesivo metraje (114 minutos) es el único punto en contra de este sentido documental, que por momentos redunda en elogios y se pierde en fragmentos de su carrera no tan interesantes. Pero de todos modos se trata de una propuesta valiosa que permite explorar la vida de un personaje muy singular en la historia del cine y, además, funciona como una interesante puerta de entrada al cine Italiano de los años ’70.