Detrás de las paredes

Crítica de Pablo Planovsky - El Ojo Dorado

¿Qué tan mal puede salir una película que tiene como principales actores al actual 007 (Daniel Craig) y a dos de las actrices más bonitas que el cine haya visto (la ganadora del Oscar Rachel Weisz y Naomi Watts, que para quien suscribe, es la actriz más linda en la actualidad)? La respuesta a esta pregunta está en Detrás de las Paredes, que de todos los misterios que esconde (y son muchos), quizás ese sea el más interesante. La narración del film es un desastre: los giros -supuestamente reveladores- son demasiado previsibles, los personajes toman decisiones que nadie puede entender (según sus propias reglas y su propio mundo) y para más, la película tiene una crisis de identidad. Mezclar géneros es un indicio de maestría, algo que Jim Sheridan obviamente no ha logrado. Detrás de las Paredes comienza como una película de terror fantástico, pero rápidamente se vuelca al thriller psicológico, para pasar al policial más simple y chato y culminar (spoiler: puede pasar al párrafo siguiente si prefiere) con una nota pseudo romántica/fantástica. La música de los créditos finales así refleja todo esto, sin mencionar que el título original es Dream House. Si los films de Scorsese y Nolan sobre los sueños fueron justamente criticados (aún con sus aciertos, que los tienen) imaginen este film.
Detrás de las Paredes narra la historia de un escritor que cansado de la vida urbana decide mudarse con su familia a un lugar más tranquilo. Pero lo que sus vecinos nunca le dijeron es que en la nueva casa se cometieron terribles asesinatos. Casualmente, un hombre enloqueció y asesinó a su esposa y a sus dos hijas. Adivinaron: el personaje de Daniel Craig tiene una esposa y dos hijas. Para más, una vecina tiene una mirada sospechosa, pero más nos hace sospechar a nosotros que está involucrada en algo mucho más importante que lo que parece, no sólo porque sea Naomi Watts, sino porque nunca se puede esconder que ese personajes "secundario" es, en realidad, bien "primario". Del mismo modo no se pueden evitar que las revelaciones estallen frente a nuestros ojos, seamos espectadores avezados o no, mucho antes de que ocurran. Lo que queda es un film que se siente como rutina pura, y ni siquiera prolija.