Destrucción

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

El maquillaje no oculta las imperfecciones.

En su último film, la directora Karyn Kusama (Diabólica Tentación, La Invitación) regresa con un film arraigado en los elementos clásicos del thriller policial. La detective Bell (Nicole Kidman) es una mujer avejentada, cansada y de pocas pulgas que, a pesar de apenas poder sostenerse de pie, decide ir a por todo en un caso en el cual debe resolver conflictos personales y cuentas pendientes con el crimen. La historia se ve estructurada en torno a su personaje —y en la escalada de criminales a los que debe hacerle frente para llegar al gran villano— a la vez que se ofrecen flashbacks del pasado de la protagonista, loc cuales aparecen únicamente cuando le es conveniente a la trama.

Tal como Bell se desenvuelve en el campo de la ley, el film posee un ritmo enviciado por la solemnidad y frialdad de su personaje, solo coartado por algunos momentos del pasado que exploran la relación de la protagonista con su antiguo compañero y pareja, Chris (Sebastian Stan), con el que trabajó como agente encubierta dentro de una banda que asaltaba bancos. Si bien dichos momentos suponen un cambio en el ritmo narrativo, tampoco logran el nivel de empatía suficiente como para que los personajes resulten interesantes para el espectador. Si a esto se le suman todos los condimentos de más trillados a los que se acude, el film resulta un rejunte de lugares comunes con aires de seriedad, aportados por cuestiones de ritmo y de una actriz de renombre como Kidman.

Y es que pareciera que la directora se interesa más por mostrar en escena a una reacia Nicole Kidman bajo la transformación absoluta de su rostro con los efectos de maquillaje, que por hacer que el público se interese realmente por el drama del personaje. Sabido es que a las ceremonias de premios en Hollywood les encanta reconocer a las actuaciones dramáticas que son acompañadas por una transformación física, pero en el caso de Destrucción, la labor de Kidman no logra destacarse de manera tal que pueda hallar reconocimiento alguno. Sí, de seguro es de lo mejor que tiene un film sin muchos aciertos, pero es por su monotonía rítmica y por el inalterable rostro austero de la actriz que el film resulta agotador en el constante y denso desarrollo que posee.

A su vez, no hay transformación del personaje, a excepción del ya mencionado trabajo de maquillaje, ni alteración alguna en una historia que sigue los pasos típicos que ha de cumplir la mujer en su investigación y en su venganza. El film se desarrolla yendo del punto A al B sin muchas sorpresas más que una caprichosa alteración del orden narrativo para justificar un punto de giro final, el cual no tiene relevancia ni resulta un elemento sustancial para la historia. De esta manera, Destrucción no trae consigo nada a su favor para prevalecer en el recuerdo del espectador y el empeño de apostar a que toda su estructura sea sostenida por una gran actriz en un rol menor termina por jugar en su contra —muestra suficiente de que las fallas e imperfecciones no pueden ocultarse debajo del maquillaje.