Destino final 5

Crítica de Lucas Moreno - Bitácora de Vuelo

FINAL DESTINATION VS. SAW... FIGHT!

Yo sé quién gana por knock out. Al conectar una trama en siete películas, El Juego del Miedo elige caminar descalzo sobre un alambre de púas. Resultado tambaleante: sus guiones tienen la desesperación de una porno, esa justificación ridícula para que el personaje coja rápido.

En la 6 el asesino que muere en la 3 dejó desde la 1 fotos para que un policía mate a los de la 5 y se alíe con el asesino de la 7. Este capricho narrativo es genial pero los realizadores, interesados por figurar en las 100 mejores películas de terror, no querían que se note tanta estupidez. Detalle que pudrió el conjunto. Cuando iba a ver El Juego del Miedo quería excitarme con sangre. Nada más. Qué importaba que un agente del fbi se divorcie o que una yonki se rescate. Quería que al fbi y a la yonki se le partan los huesos y los intestinos se les escurran por la boca.

Destino Final como saga es libre y sincera. Cada entrega se deshace de un elenco de actores baratos y comienza de cero. La estructura de sus guiones es idéntica y los realizadores la tienen clara. El crítico que demanda un giro narrativo no entiende nada y ojalá se le caiga un ventilador en la cabeza.

Destino Final es modesta y efectiva: por una premonición, un grupo sobrevive a una catástrofe. Después la muerte los liquida individualmente. Esta premisa trabaja con lo previsible e inevitable. Es inteligente que las películas lo internalicen y se amolden a la no-innovación. Revolucionar la sencillez de esta idea sería traicionarla. Entonces vamos a lo importante: ¿desde qué lugar puede exigirse calidad?

Desde su Poesía Mórbida. El asesino siempre es el director. Mata decidiendo encuadres y tiempos atmosféricos. Son los objetos inanimados por los cuales se interesa y su imaginación para retorcer la causa-efecto. La sangre y el descuartizamiento son accesorios. El ingenio de una situación trágica y absurda es lo único válido; un rebuscamiento fantástico que funciona como contrapunto de la secuencia inicial, seca y contundente.

Acá Steven Quale dirigió y se nota su entusiasmo. Ganas de divertirse contagiosas. Su cámara busca formas y texturas para revestir de peligro hasta a un tornillo. El Lujo del Plano Detalle, esa magia microscópica que sólo permite el cine. Pero con el plano detalle Steven Quale se la pasa cargándonos, porque los desenlaces llegan desde lugares insólitos. Este coqueteo no se había visto ni en la tercera ni en la cuarta, donde cada muerte era rápida, desabrida y con el hincapié puesto en un cuerpo destrozándose.

Si terminan la saga, me parece perfecto. Si deciden encarar una sexta, voy a subir dos puntitos porque confío en la evolución de la pareja.

Mi nota es secreta chicos pero la sabrán muy pronto.