Destino final 5

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

La verdad es que sino veía esta película nunca me hubiese enterado que hay un destino prefijado para cada uno de nosotros y que es inexorable. Tal cual la tragedia griega. Estoy hablando de que todos en algún momento expiraremos por última vez. Todos venimos con fecha de vencimiento.

De última no debe ser tan feo, ya que de todos los que se fueron ninguno regreso, y no nos metamos en cuestiones religiosas, porque entonces sería el cuento de nunca acabar, y tampoco hacer referencia al sexo.

Me parece que le estoy dando demasiadas vueltas para nombrar lo que tengo que nominar, designándolo de mil maneras diferentes, sin hacerme cargo, ¿no?

Bien, eso mismo hacen los responsable del filme, si es que hay alguien que se presente como tal, más allá de los productores, que sólo son visibles cuando se repartan las ganancias, o el director, otro perito más que sabe, porque lo demuestra, tomar un guión técnico (guión graficado, para los entendidos storyboard) y traducirlo en imágenes. Pero no le pidamos nada del orden de lo artesanal, o de autoría. Por ahora con lo mostrado hasta podría sonar agresivo que le exijamos cosas de ese orden.

El filme desde los títulos da lugar a imágenes que son anticipatorias, mostrando los elementos con los que se sucederán los diferentes incidentes de los heterogéneos personajes.

Luego abre la primera secuencia, esa que hace las veces de presentación de los personajes, que además debería instalar algo de la verosimilitud a desarrollar en el resto del metraje.

En esta quinta parte ya estaba todo dicho. El guionista decidió que no valía la pena perder el tiempo para que conozcamos bien a los héroes, sus motivaciones, etc., ya que terminaran desapareciendo todos, o casi todos, en el desarrollo de la historia por más secuelas que se sigan produciendo.

La primera de la serie sorprendía por un dejo de originalidad en cuanto al uso de los elementos claves del género, ya sea el de terror o la pizca de suspenso que intentaban imprimirle allá en el año 2000, sobre todo generando la corrida de apuestas sobre quien moría y quien no.

Luego del éxito de taquilla vinieron la caterva de filmes que hasta bastardean la original, pero el Dios dinero manda, sobre todo en la factoría de Hollywood.

En esta, tal cual sus predecesoras, uno de los personajes tiene... ¿un sueño diurno o una premonición? Lo que sea. En ella se le presenta, mientras va en viaje con unos cuantos compañeros de oficina a un retiro de fin de semana, que cumpliría las veces de seminarios de formación, la visión de un tremendo accidente-catástrofe sobre el puente gigantesco por el que está transitando el ómnibus, alertándolo respecto de la catástrofe que se avecina. En primera instancia lo comparte con su reciente ex – novia que integra el grupo, y exigiéndole desesperadamente al conductor del vehículo que detenga la marcha, obligando a la ex a descender, actitud a la que se suman algo desorientados los amigos más próximos.

El realizador, tal cual las anteriores, nos muestra lo que ve el personaje con lujo de detalles sobre como se accidenta cada uno, pero en estas escenas no aparecen los elementos provocadores de la defunción de cada uno de ellos, sólo el orden en que a cada un le tocará el turno. ¡Salvados! Parece que ninguno de estos escucho a cantar a Serrat.

Lo restante de la producción sostiene el mismo tono, lo que se espera ver se ve, no queda claro si termina siendo un juego de dudoso humor o se están regodeando con lo absurdo o perverso. Por suerte no llega al nivel insoportable de la saga de “El Juego del miedo” (2004/2010).

Un dato a tener en cuenta es que hay un elemento de arte, específicamente un celular que aparece y molesta su presencia pues rompe con la temporalidad, y lo que parecería ser un error sorpresivo y grosero para este tipo de producciones termina siendo la llave para la continuación. Eso sí me dio pánico. Por el resto, parece ser que a los genios económicos de Hollywood “La muerte le sienta bien” (1992).

Lo dije. Ninguno de ellos, ni el guionista, escucharon cantar a Serrat cuando decía:

“Si la muerte pisa mi huerto

¿Quien firmara que he muerto

De muerte natural?...”