Destino final 5

Crítica de Daniel Castelo - ZonaFreak

Hay un solo ítem que distingue para bien a Destino Final 5 del resto de sus compañeras de saga, algo que va por un camino distinto al combo de obviedades que podían imaginarse antes de enfrentar la proyección. No se trata del 3D, hoy ya un elemento familiar y que amenaza con aparecer en cualquier momento hasta en la obra del menos pensado.

Lo que sobresale en esta quinta entrega es la gran secuencia de acción y suspenso que se desarrolla en el puente de San Francisco, que hace gala de un despliegue técnico y de una tensión dramática poco vista en este tipo de productos salidos del gran exprimidor de ideitas made in Hollywood. El film da inicio con esa secuencia propia del cine catástrofe, donde las muertes adquieren carácter de leyenda por la forma en la que se producen y por el nivel de gore que incluyen, solo apto para cultores de la estética explícita y que todavía vibran por lo que, sin ir demasiado lejos, hace algunos meses nos dio Piraña 3D. Sí, en primer plano y con profundidad pega más, pega más, pega más.

¿Algo más para ofrecer? No, porque el largometraje del debutante en 35 mm Steven Quale (reconocido por haber sido director de segunda unidad de nada menos que Avatar y Titanic) es apenas muy poco además que otro de esos compilados de muertes que van de lo ingenioso a lo burdo y, ops, fatalmente predecible.

Hay una vuelta de tuerca sobre la ya remanida trama del grupo de jóvenes que se salvan de una muerte segura y purgan su deuda con la Parca a través de tremendas resoluciones para sus vidas, y es que en este caso, según aporta un personaje en apariencia relacionado con La Ejecutora, las probables víctimas pueden ser reemplazadas por un tercero si es que este es asesinanado con ese fin.

Destino final 5 es un embutido en costosa grasa fílmica y atado con hilos de oro por expertos en el arte de la venta de pop corn a niveles industriales. Y gracias, que te recontra. Uno, como espectador, en la butaca correspondiente de la sala hi-fi más cercana al hogar, hace lo propio. Y así, en loop, por los siglos de los siglos.