Después de la tormenta

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Cuando pase el tifón

Resultaría poco serio y hasta injusto para el realizador japonés Hirokazu Kore-eda circunscribir su filmografía únicamente hacía el terreno de los melodramas familiares, aunque Después de la tormenta -su opus más reciente, llamativamente excluido de la competencia oficial en el Festival de Cannes- haga foco en la familia del protagonista como un mosaico que se desintegra, y que no es otra cosa que el pretexto del director de Still Walking para hablar de la sociedad japonesa frente a la modernidad, con un atisbo de cierta melancolía detrás de este film minimalista e intimista de enorme belleza.

Lo primero que puede rescatarse de esta apuesta al minimalismo implica por un lado que estamos en presencia de un gran narrador de pequeñas historias a partir de los personajes, sus relaciones con los objetos y la economía de recursos para la puesta en escena. Aquí, además se debe agregar un elemento dramático extra y condicionante del relato, relacionado con la importancia del tiempo reducido en que transcurre la historia de Ryota (Hiroshi Abe), padre divorciado y con el mote desde la mirada ajena de perdedor frente a su pequeño hijo, más allá de la complaciente mirada de su anciana madre (Kiki Kirin), viuda meses atrás y que lo recibe en su departamento en una visita con un doble objetivo: encontrar objetos pertenecientes a su padre que pueda empeñar para hacerse cargo de deudas personales y por otra parte reconectarse con un pasado de infancia, etapa donde se sentía exitoso y protegido ante los embates de la vida.

La relación entre padres e hijos es un tema recurrente en Kore-eda con películas puntuales como es el caso de De tal padre, tal hijo, pero en este caso opera como el reflejo distorsionado entre Ryota y su padre ausente en primer lugar y en segundo término desde el vínculo interrumpido con su propio hijo tras el divorcio y sus constantes exhibiciones de inmadurez y falta de responsabilidad durante la crianza, puntal de lanza para la crítica de su ex esposa en el reclamo de la manutención del muchacho, así como de la necesidad que Ryota se aleje de la órbita del hijo.

La construcción del protagonista es clave para que la historia familiar no contamine las intenciones reales del film, donde sin lugar a dudas el peso de los afectos y la nostalgia se encuentran en estado de latente alerta y desde la alegoría climática del tifón que puede llegar en cualquier momento y arrasar con lo poco que queda en esa familia disgregada.

Después de la tormenta prolonga el encuentro entre el espectador y ese cine que invita a reflexionar a través de los detalles, pero no cae en especulaciones simbólicas o desafíos a la razón más que aquellas que necesitan de la sensibilidad para comprenderse e identificarse en la búsqueda de cada personaje y las contradicciones que generan los tifones de la emoción, la nostalgia y el sabor agridulce de que todo tiene un final.