Después de la tormenta

Crítica de Facundo Barrionuevo - El Día

Es un fuerte vendaval

Una abuela japonesa le habla a su hija aunque no le preste mucha atención. Más tarde, su hijo escritor, también va a visitar a la pobre vieja. Ryota tampoco parece muy cariñoso con ella. Pero esta abuela solitaria y triste no es en realidad la protagonista sino que lo es su hijo, Ryota. Parece ser escritor aunque también parece ser detective. Él dice que hace las veces de detective con el fin de investigar para sus novelas. Lo cierto es que trabaja de detective y hace mucho que no escribe nada. No se trata de ninguna manera de un detective seductor y valiente que descubre los casos policíacos más importantes de la ciudad. Sino que sólo se encarga de sacarle fotos a esposos y esposas infieles para una pequeña agencia. Todo lo que podría haber soñado de niño Ryota no ha llegado a serlo. Él es, en realidad, nuestro protagonista triste y solitario. Un fracasado al que la sociedad y el país se encargan de castigar.

Se acerca el veintitresavo tifón del año y todos se preparan para estar resguardados cuando llegue. Los espectadores esperan ver si esta tormenta cambiará de una buena vez por todas algo en sus vidas tormentosas.

Ryota tiene grandes problemas económicos. Lo poco que gana se lo gasta en las carreras y en la lotería. Vive en el futuro, o en el pasado. Sin embargo el presente le reclama a través de un hijo al que nunca llega a cubrirle la cuota alimentaria. Pero el problema más grande es que sigue perdidamente enamorado de su exesposa, y eso empeora todo. Esa persona, que ama con locura, que anhela, que espera hace años, que algún día fue su ilusión, le dirige merecida y constantemente miradas frías, despreciándolo. Por supuesto, con justa razón, ya que Ryota es un mal padre y también un mal hijo. No sabemos exactamente por qué se han separado inicialmente pero siempre está presente el malestar financiero.

El tifón hará que su madre, su hijo, su exesposa y él tengan que pasar la noche juntos bajo el mismo techo. Después de la tormenta se espera alguna transformación. De la lluvia siempre se espera que lave, que purifique, pero esta familiar no tiene tiempo para metáforas y no está para redenciones mágicas. Además no es cierto que para que haya cambios positivos tengan que existir necesariamente vendavales destructores. El Fenix, si pudiera elegir, primero elegiría no morir. Esa noche el niño dice a su abuela que ojalá ganen la lotería para poder vivir los 4 juntos por siempre en un gran palacio. La falta de ingresos empieza a filtrarse por todos lados. Se mete en las charlas cotidianas, gotea en las relaciones familiares, ennegrece todo, y finalmente descascara las pasiones. Es un intruso indeseable en la cama.