Después de la Tierra

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

En 1999, el director M. Night Shyamalan, responsable de este filme, sorprendía al mundo con “Sexto Sentido”, protagonizada por Bruce Willis. Tanto es así que fue merecedora de seis nominaciones al premio Oscar, y aunque no haya obtenido ninguno era muy buen augurio para un director casi desconocido, en su tercera película.

Luego de esta vinieron una catarata de producciones cada una más floja que la anterior, llegando al punto de ya no poder reconocerse nada de aquello que había mostrado en la del niño que ve gente muerta.

Pero no es con esta última realización que toca su punto maá bajo, pues creo que lo había alcanzado con “El ultimo maestro del Aire” (2010), si somos muy benévolos con “La mujer del Lago” (2006), y podría seguir enumerando. Lo notorio es que ahora, a la distancia, aquella golondrina no anunciaba ningún verano.

No habría que echarle la culpa al guión, pues casi todos son de su autoría, ni a los productores, ya que la historia le pertenece a Will Smith, quien a la vez es uno de ellos, y al mismo tiempo protagonista del filme, junto a su hijo Jaden. Nada original, convengamos, ya que todo es una excusa para el re-encauzamiento de la relación de un padre casi ausente con su hijo que lo tiene como ídolo y modelo a imitar.

Pero la historia transcurre más o menos mil años después que los humanos debieron abandonar el planeta tierra, ya que por su propia desidia lo habían convertido inhabitable.

La historia se inicia con una escena por demás violenta, donde, en medio de una catástrofe atmosférica imposible de identificar, apenas si se lo ve al General Cypher Raige (Will Smith) tratando de poner a salvo a Kitai Raige (Jaden Smith).

Corte. Vemos a Kitai tirado en la arena, semi inconciente. Leyenda:

“TRES DIAS ANTES”.

Los humanos ahora habitan un planeta lejano en el cual sus habitantes originarios han creado un tipo de monstruo perfecto, y en serie, los Ursa que sólo tienen por misión matar humanos - primera ofensa a la inteligencia del espectador - . Los monstruos, que no son Terminatores, son ciegos ¿Por qué? Aclaro, algún defectito debían tener para poder ser vencidos por los humanos, como no ven, huelen e identifican el miedo humano, ergo, los matan. Sólo que aparece en escena Cypher, antes de ser general, quien descubre y enseña la forma de no demostrar el miedo.

El deseo más profundo de Kitai es parecerse a su padre, o al menos que éste se sienta orgulloso de él, pero fracasa en las pruebas para el ascenso esperado a comando. Durante dos días y una noche la vida se le hace insoportable, incluido el recuerdo de su hermana muerta. Su padre decide llevarlo en lo que será su última misión de entrenamiento de nuevos reclutas. Durante el viaje iniciático de esa nave espacial se produce la tormenta, y ahora sabemos que es de meteoritos, la nave capota y nos encontramos con el origen. No en el paraíso, sino Kitai tirado en la arena, él y su progenitor son los únicos sobrevivientes, con la mala fortuna que, por un lado, el padre tiene ambas piernas fracturadas, y por otro, el aparato de señales para que los vengan a rescatar quedo en la otra parte de la nave a 100 kilómetros de distancia.

Todavía no saben donde están, pero pronto dilucidarán que se encuentra en La Tierra.

Kitai deberá sortear todos los peligros para llegar al artefacto salvador, guiado por su padre e intercomunicados por celulares, o por telepatía (no es broma, es el más leve, pero el segundo insulto a la inteligencia del espectador, aunque no el último)

Por supuesto, hay que reconocer que en cuanto a imaginería visual, recursos tecnológicos y su utilización, el diseño de sonido, el montaje, son de muy buena factura. Todo puesto al servicio de una trama que no puede sostenerse por sí misma, ni es ayudada en lo más mínimo para tal fin por los actores, casi una exclusividad de padre e hijo también en la vida real.

Si bien no podría calificarse de tratamiento lentificado, de puntos muertos o estancados, el pibe corre todo el tiempo y cunado no corre vuela…. El filme aburre por lo chabacano, previsible y tonto, sin adentrarnos en las arengas discursivas del padre.