Desobediencia

Crítica de Diego Papic - La Agenda

Una larga vida

La primera película en inglés de Sebastián Lelio es un drama demasiado prolijo sobre una relación prohibida dentro de una comunidad judía ortodoxa.

La primera película en inglés del chileno Sebastián Lelio, que viene de ganar el Oscar a la Mejor Película en Idioma Extranjero con Una mujer fantástica, vuelve sobre la que parece ser su obsesión: las relaciones amorosas de las mujeres ante los ojos acusadores de la sociedad. En Gloria (2013) se trataba de una mujer divorciada de 60 años que no estaba dispuesta a morir sola; en Una mujer fantástica (2017), una cantante trans que salía con un hombre mayor; y en Desobediencia, una fotógrafa bisexual hija de un rabino ortodoxo.

Hay una diferencia: esta es la primera película de Lelio hablada en inglés, y la primera que no escribió junto a su habitual socio Gonzalo Maza. En cambio, está basada en la novela homónima de Naomi Alderman, una especie de discípula de Margaret Atwood, cuya última novela, El poder, es una distopía opuesta a la de El cuento de la criada, en la que las mujeres de pronto adquieren superpoderes. La actriz Rachel Weisz compró los derechos de la novela de Alderman, produjo la película y, por supuesto, interpreta el papel de Ronit Krushka, la protagonista.

Ronit vive en Nueva York y vuelve al suburbio de Londres en el que nació y creció para el funeral de su padre, el rabino de la comunidad judía ortodoxa del lugar. Los miembros de la congregación la reciben con frialdad. Todos le dicen “ojalá vivas una larga vida”, como se acostumbra decirle en la comunidad judía a los familiares del muerto, en un ritual que adivinamos esconde cierto desprecio. Incluso Dovid (Alessandro Nivola) y Esti (Rachel McAdams), sus dos mejores amigos de la infancia y primera juventud, ahora marido y mujer, parecen incómodos ante ella.

Al motivo de tanta lejanía lo vamos intuyendo de a poco, con pequeños detalles y gestos. Ronit es claramente una rebelde y no solo respecto de su sexualidad; pero ahora también está más grande, y el reencuentro con su pasado la sensibiliza. Pero el corazón de la película es su relación con Esti, con quien retoma un amorío de juventud.

Lelio es sutil y prolijo, tal vez demasiado. El tono que maneja, pese a tratarse de una historia que bien podría haberse bandeado hacia el melodrama, es sobrio y totalmente lejano del colorinche almodovariano de sus dos películas anteriores. Tal vez porque no tuvo el control total o porque no se animó a faltarle el respeto a un asunto que le resultó ajeno (aunque uno imagina que el mundo judío ortodoxo es tan ajeno para Lelio como el mundo trans) o, en definitiva, porque le pareció que no cabía en esta historia esa luminosidad irreverente que había en Gloria y Una mujer fantástica, incluso en el medio de la tragedia.

Sé que tengo que hablar de lo que ví y no de lo que me hubiera gustado ver. Ví un drama sólido, con un trío protagónico soberbio, que pinta un mundo particular con sobriedad consumada. Pero no puedo evitar decirlo: me hubiera gustado ver un melodrama desatado sobre dos mujeres que se aman y terminan bailando rikudim. Si alguno vio una película así, me avisa.