Desobediencia

Crítica de Catalina Dlugi - El portal de Catalina

Después de la premiada y elogiada “Una mujer fantástica” Sebastian Lelio realiza su primera experiencia en ingles, fuera de su país, pero lo hace sin renunciar a sus intereses: la exploración de los límites, de las libertades individuales, del deseo, de la valentía de asumir esas pulsiones. Eligió una novela de Naomi Alderman, y para adaptarla se tomo ese trabajo junto a Rebecca Lenkiewicz (“Ida”). Es que el tema elegido no podía ser más contrastante; la rígida moral que marca las costumbres de los judíos ortodoxos, con sus roles predeterminados, sus hombres dedicados al estudio de las escrituras sagradas, y sus mujeres sometidas, vestidas de oscuro con sus pelucas sintéticas (mostrar el pelo es pecado) y un amor lésbico. En ese ambiente asfixiante una mujer moderna, una fotógrafa de Nueva York, regresa a Londres por la muerte de su padre para comprobar cuanto la desprecian los vivos y los muertos. Y además reverdece su pasión amorosa por una amiga de su adolescencia. Ellas, las enormes y entregadas Rachel Weisz y Rachel McAdams, dan rienda suelta a tanta pasión contenida y atravesarán gozos, culpas y represiones. Lelio respeta a esa comunidad de fanáticos más de la cuenta, pero fija toda la humanidad en el vértice del triángulo amoroso, en el rabino encarnado con devoción por Alessandro Nívola. Con una fotografía de tonos sobrios que subraya la asfixia del ambiente y una resolución que levantara polémicas, el realizador chileno demuestra una vez más su talento. Una relación de lesbianas en esa comunidad es tomada como el peor de los pecados, en un grupo religioso donde los casamiento son pactados por los adultos mayores, los hombres no pueden ser tocados por otra mujer que no sea su esposa o madre, y las mujeres rezan apartadas de los hombres a quienes obedecen y de quienes dependen. Doble cerrojo para una relación cuyo solo enunciado es una desobediencia del mandato religioso.