Desierto particular

Crítica de Guillermo Courau - La Nación

En dos momentos clave de Desierto particular suena “Eclipse total de corazón”, de Bonnie Tyler, y aquello de “cada tanto me derrumbo y ahora te necesito más que nunca”. Así se siente Daniel (Antonio Saboia) por Sara, una mujer a la que no conoce personalmente, pero de la que está genuinamente enamorado. Ella a la vez es un cable a tierra en el peor momento de su vida: la fuerza policial -a la que pertenece- lo tiene suspendido y bajo investigación por un caso de brutalidad, tema que lo preocupa a la par que la deteriorada salud mental de su padre, que además vive con él.

Ante la falta de respuesta a sus mensajes, Daniel decide cruzar el país para dar con Sara y averiguar a qué se debe el silencio. El descubrimiento luego de ese primer encuentro será para ambos mucho más profundo y movilizante.

La película del brasileño Aly Muritiba es una poderosa historia de amor, que en su interior se concentra en derrumbar pilares de machismo, mandato familiar y homofobia. El camino del protagonista es de deconstrucción de su propio ser, a la vez que de libertad con lo que verdaderamente siente. Asimismo, las contradicciones emocionales y la construcción de un nuevo paradigma personal afectan también a Sara, quien tiene que lidiar con su entorno, también poblado de prejuicios.

De a ratos angustiante, pero con un desenlace conmovedor, la trama de Desierto particular no se centra en etiquetas, sino que acierta en subrayar la búsqueda de la felicidad. Como toda buena película de amor.