Deshora

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Secretos en el campo

En su opera prima, la directora Bárbara Sarasola Day, quien antes realizó los cortometrajes Exodia y El canal, plasmó la llegada de Joaquín (el colombiano Alejandro Buitrago) a una casa de campo. El arribo del muchacho oxigenó las distancias pasionales entre Helena (María Ucero) y su marido, Ernesto (Luis Zembrowski).

A Joaquín se lo ve distendido, feliz, lejos de su celda: un centro de rehabilitación para recuperarse de sus adicciones. Fue enviado, en contra de su voluntad, a pasar un tiempo cerca de la naturaleza. Y se acostumbrará, cigarros en mano.

El arribo del muchacho libra en la pareja una silenciosa batalla de deseos, algo que se fue apagando entre ellos, fatigado por la dificultad por concebir un hijo.

La novel directora plasma, desde la artesanía de este drama de observación, una rica historia de secretos entre los protagonistas. La tensión flota en el aire, cada uno tira de una cuerda imaginaria como si fuese una cinchada. Y en el medio está Joaquín, quien cumple un rol entre enigmático y ambiguo, matizado por su, no tan casual, aspecto andrógino.

Desde la contemplación, él sembrará dudas (y desafiará) los conflictos que se le crucen: se niega a disparar una escopeta o pregunta qué sucede si los gallos de riña no pelean. Navega en contra de la corriente. La abstracción es su arma, porque sabe que con el tiempo la explosión de situaciones será inevitable. Y comenzará a gatillarse la verdadera “cacería” humana.

Deshora es un filme cuerpo a cuerpo donde la intimidad es un candado abierto por la llave del deseo. Las miradas penetran a los personajes. El sexo hará el resto.

Los campos de tabaco, una laguna artificial y la espesura de la selva son bocanadas de aire fresco ante la erótica y sofocante situación en el interior de la finca. Un filme de contrastes. Un limbo.