Deshora

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Presas de caza

Existe un halo de inconformismo en esta pareja que habita el universo para nada bucólico de Deshora, film de la debutante salteña Bárbara Sarasola Day y que se presentó entre otros festivales en el último BAFICI. En un momento del relato, en una charla de esas donde los silencios juegan un rol esencial Helena (María Ucedo) deja entrever en su discurso ese hastío propio de la convivencia junto a un esposo, Ernesto (Luis Ziembrowsky), resignado pero también acomodado a su nueva rutina en el campo como patrón ante peones obedientes que le cuidan la hacienda; como ese macho alfa que debe dominar a la mujer y de vez en cuando permitirse esas aventuras en los prostíbulos aledaños y así volver borracho al hogar.

Pero ese clima de tristeza, frustración y conformismo se ve profundamente alterado con la llegada del primo de Helena (Alejo Buitrago), un joven dispuesto a pasar un tiempo forzado con ellos tras una rehabilitación. De inmediato la juventud y el ímpetu del extraño pone en jaque a Ernesto y despierta fantasías en Helena para que la atmósfera de apacible letanía se envicie desde el punto de vista del deseo y el juego permanente de los cuerpos, que a veces deviene vouyerismo en la secreta e impune contemplación del acto sexual o en las competencias por ganarse la atención de Helena.

La realizadora maneja la tensión del relato a fuerza de escenas largas o planos y encuadres cortos para transmitir una sensación de opresión latente que ocasionalmente encuentra respiro en la inmensidad del afuera pero donde parece vedada la palabra o expresión de lo que realmente se siente desde el discurso más que desde el cuerpo.

La presencia de un tercero trae consigo el vértigo de lo novedoso y de las chances de cambiar que se encuentran ligadas a la aventura de lo prohibido, aunque también la otra cara de la misma moneda refleja la inercia y el propio letargo de esos personajes que por momentos parecen enquistados en la tierra y a toda represión corporal.

Existe una animalidad que subyace al comportamiento instintivo presente en este escenario de cacería simbólica, retrato del universo masculino desde una mirada muy personal de la realizadora debutante, en el que las presas cambian de rol pero comparten la necesidad constante de la fuga.