Deshora

Crítica de Javier Luzi - Fancinema

Lo que no puede ser dicho

Deshora, de Bárbara Sarasola-Day, cuenta la historia de una pareja acomodada de la burguesía salteña, Ernesto (Luis Ziembrowski) y Helena (María Ucedo) y la irrupción del deseo olvidado y/o aletargado en la figura de Joaquín (Alejandro Buitrago), un primo de la mujer, que dislocará la tranquila y monótona vida matrimonial. El joven acaba de salir de una internación por adicción y se inserta en la convivencia diaria familiar que ya se encuentra en un avanzado estado de desgaste vincular.
Película de climas y pequeños gestos que van acumulando pistas (seducción estereotipada y repetidora de mandatos y roles sociales: fantasías entre primos, la salida de machos a los puteríos, o la folklórica riña de gallos con su universo literal y simbólico de masculinidad) para desentrañar o engañar al espectador en la probable formación del triángulo o el dúo. Y quizá en esa instancia es que se detiene un poco en exceso para dar cuenta de ello, estirando innecesariamente la aparición del giro que planteará un quiebre y acelerará los tiempos planteados hasta allí, un poco más contemplativos, más extensivos que intensivos. Es en esa última media hora donde la pasión desbordada, el deseo inconfesable y vergonzante, la tensión sexual, la necesidad de sentirse querido, se desatan y con ellos la violencia irrumpe sin frenos mostrando la cara oculta y verdadera de los personajes.
Los cruces de miradas como conductores del deseo latente se apoderan de los espacios donde la palabra no tiene nada que decir y el melodrama se juega en una escena de baile en el zaguán de la vieja casona señorial entre el trío protagonista, interpretada con justeza y musicalizada con un bolerazo que canta lo que no puede ser dicho y apura lo que ya se sugiere inevitable.