Deshora

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Un triángulo amoroso de cuatro aristas, eso es el planteo de Deshora, debut en la dirección de largometraje de Barbara Sarasola-Day que también se encargó del guión.
Ernesto (Luis Ziembrowsky) y Helena (María Ucedo) son un matrimonio aparentemente consolidado, fuerte. Se encargan de una finca importante en la que desarrollan varias actividades (como la cría de animales y la cosecha de caña) con un número considerable de empleados.
Pero a toda estabilidad le toca el cimbronazo para que haya argumento. Hace su aparición Joaquín (el colombiano Alejandro Buitrago), primo de Helena, inestable.
El hombre se queda en el lugar, se instala en sus vidas, y pronto llega el trío amoroso, emocional.
En esta relación de a tres, todos empiezan a cambiar a medida que se desarrolla, sobre todo Helena; demostrando que la estabilidad conyugal talvez no era tal.
La cuarta arista de este triángulo la conforma el entorno, la finca y todo lo que la rodea. Inteligentemente Sarasola-Day no precipita su relato, lo va conduciendo como una canoa en aguas tranquilas, apacibles.
Hasta la llegada de Joaquín el film nos muestra la rutina diaria, los hechos compartidos que hacen a la unión conyugal, el día a día del trabajo del campo, bien diferente a lo que podría ser una pareja citadina. Aún cuando ni bien llega el extraño, el extranjero parece amoldarse a esta rutina. Nada es inmediato en Deshora, todo se da progresivamente.
Este ritmo paulatino, se cuela por dos vertientes. Por un lado en la primera parte del film pareciera ser de esas historias en las que nada trascendental fuese a ocurrir, una cámara posada en los detalles, fija, de tomas largas. Poco a poco comienzan los quiebres, se desarrolla la crisis y ahí la pasividad del primer tramo cobra otro tamiz, un significado que antes no se percibía.
Aún así, el trío y la ingerencia que esa circunstancia tiene en cada uno de ellos no será súbito; la cámara de Sarasola-Day nunca perderá de vista los detalles, el tono intimista.
Con una fotografía que sabe aprovechar los espacios rurales, un ritmo que sabe inducir la inminente violencia en la que todo decantará, y una dirección de actores marcada pero libre; Deshora luce como un trabajo riguroso, ajustado, y a su vez simple.
Tanto Ziembrowsky, como Ucedo (que merece mayor reconocimiento del que tiene), y el por aquí desconocido Buitrago se notan sólidos en sus respectivos roles, variando sus matices y acrecentando sus personalidades.
Deshora es un film que termina entregando más de lo que parecía, más de lo que prometía. Puede que no sea perfecto, que necesite algunos ajustes; pero sobre todo valorando el trabajo de una ópera prima, el resultado es más que esperanzador.