Deseo de matar

Crítica de Brian Bahar - Cinergia

El tiro por la culata

Existen remakes buenas, mediocres, malas y también remakes innecesarias, y este es el caso de Deseo de matar (Death Wish, 2018), una remake de El vengador anónimo (Death Wish, 1974) la primer entrega de una saga de cinco películas protagonizadas por Charles Bronson y que a su vez son una adaptación de la novela de mismo nombre escrita por Brian Garfield.

En esta versión moderna el protagonista no es otro que el ya alquilado para cualquier película de acción Bruce Willis, quien interpreta al Dr. Paul Kersey, un cirujano (en las películas originales era arquitecto) que vive junto a su esposa Lucy (Elisabeth Shue) y su adolescente hija Jordan (la argentina Camila Morrone). La familia vivía una tranquila y típica vida al estilo americano hasta que una noche mientras Kersey se encontraba trabajando, su casa es asaltada por tres delincuentes que terminan asesinado a su esposa y dejando en coma a su hija.

Destruido internamente, Kersey al ver la ineficiencia policíaca, decide armarse y salir a buscar a los culpables mientras también toma justicia por mano propia en diversos delitos con los que se va encontrando en su camino, todo esto mientras utiliza una sudadera con capucha y es comenzado a ser reconocido como el Ángel de la Muerte.

Sí, Bruce Willis vuelve a ser un justiciero que utiliza una capucha al igual que lo hizo en la película de M. Night Shyamalan El protegido (Unbreakable, 2000), solo que en esta ocasión no tiene poderes sino que armas, y muchas. La película por momentos parece ser una oda a las armas, las cuales ponen como un objeto fundamental para poder sobrevivir en los Estados Unidos, todo muy explícito, sobre todo en un montaje en el que vemos a Bruce Willis practicando con su arma al ritmo de Back in Black de AC/DC.

Así como cada vez vemos más películas que reflejan la época en la que vivimos, con temas sociales, de luchas de clases y géneros, con Deseo de matar el director Eli Roth también hizo una película que refleja esta época, pero desde el otro lado de la vereda. Además del fomento al uso de armas y al incentivo de hacer justicia por mano propia ante la ineficacia de la policía, es curioso ver cómo pone a los latinos y negros en la posición de delincuentes. Se podría decir que es una película a pedir de Donald Trump.

Más allá de las correcciones políticas (correctas o incorrectas según quien lo vea) creemos que esta película es totalmente innecesaria. Durante los 70s y principio de los 80s cuando se estrenaron las primeras entregas de la saga original, las películas de acción recién comenzaban a ver la luz y seguramente eran toda una innovación para la época. Pero hoy, cuatro décadas más tardes, abundan a cantidad este tipo de películas de las cuales cada vez su nivel es más bajo.

El cast también está compuesto por Vincent D’Onofrio quien interpreta a Frank, el hermano buscavida de Paul, y por Dean Norris (Hank de Breaking Bad) como el detective Raines. Ambos por momentos son los encargados de aportar el pequeño (demasiado pequeño) toque de humor.

Si bien la película no llega a ser un desastre como podría pensarse debido a su historia simple y ya repetitiva, bastante predecible y con muchísimos cliché, lo único que la salva son las escenas de acción por lo cual quienes disfrutan de este género pueden llegar a entretenerse durante gran parte del film.