Desconocido

Crítica de Carlos Rey - A Sala Llena

La felicidad del cine de género

Ese maravilloso y marginal director llamado André De Toth construía en el año 1953 una de las gemas más hermosas del cine de terror de esa década llamada Terror en el Museo de Cera con el gran Vincent Price que hacía de las suyas. Hubo que esperar más de cinco décadas para poder ver una remake de esa película, que se llamó La Casa de Cera (convengamos que ambas se llamaron originalmente House of Wax), que finalmente vio la luz en el año 2005 y resultó la opera prima del catalán Jaume Collet-Serra.

Podemos definir a esa versión simplemente como una buena película de género, y a eso parece querer dedicarse Collet Serra, a hacer cine de género, a navegar por convenciones narrativas, a ser un artesano de lo placenteramente conocido. Su viaje por los géneros continuó con la película deportiva Goal II: Living the Dream y el perturbador thriller La Huérfana, una de las sorpresas del año 2009.

Con Desconocido, Collet Serra vuelva al thriller pero esta vez al thriller del más puro estirpe hitchckoniano. El Dr. Martin Harris (un Liam Neeson que luego del éxito de Búsqueda Implacable parece haber relanzado su carrera) asiste a una convención en Berlín junto con su esposa (January Jones), cuando sufre imprevistamente un accidente y posteriormente es despojado de todo, hasta de su identidad. Collet Serra remite al Hitchcock de El Hombre Equivocado, donde el músico interpretado por Henry Fonda pasa de tener una vida acomodada a perder todo en un instante, acusado falsamente de un delito que no cometió. En Desconocido, Martin Harris comienza una búsqueda, una reconstrucción de su identidad recorriendo Berlín (Collet Serra se ocupa de mostrar un bello registro documental de la ciudad), acudiendo a la conductora que manejaba el taxi con el cual se accidentó (la bella Diane Kruger) y a un investigador privado (Bruno Ganz) que le ayude a recuperar lo perdido.

La película muestra lo mejor de la convención del género: persecuciones de asesinos, corridas automovilísticas por la ciudad, tiroteos, peleas cuerpo a cuerpo, la aparición de un enigmático personaje (el enorme Frank Langella), el cual se encuentra con Neeson en el aeropuerto en un plano antológico: mientras vemos en primer plano al personaje de Neeson que acaba de recuperar algunas pistas de su pasado aparece Langella en profundidad de campo, mientras asciende en una escalera mecánica hacia donde está el personaje y, aún más atrás, en un tercer campo de acción, vemos despegar un avión. Collet Serra construye significado en un plano: el personaje asediado por alguien que asciende del infierno mientras la escapatoria (el avión) se ve imposibilitado, a lo lejos. Estas construcciones cinéticas le dan riqueza al cine de género y hablan de un director astuto, perspicaz que, más allá de conocer los códigos, pretende tener estirpe de narrador. Langella y Ganz tienen un diálogo antológico, caricaturesco, cargado, que remite a la alegría del cine de espías. Collet Serra es un director juguetón, que se divierte y evidentemente disfruta navegando por los géneros cinematográficos, algo que podemos ver en ese final libre y clásico, lleno de felicidad cinematográfica, esa felicidad que nos hace volver a las salas una y otra vez y nos ilusiona con poder seguir viendo películas de este tipo en las carteleras.