Delirium

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Una disparatada opera prima

La historia, una opera prima, es alrededor de tres amigos, Martín, Mariano y Federico, que se encuentran como todos los amigos en bares para pasar el tiempo y hablar de sus aventuras y desventuras cotidianas, sus problemas laborales y la necesidad de ganar dinero y salir de esta situación.

Atender un kiosco y otros trabajos esporádicos son las magras opciones que se les presentan. Hasta que un día a Federico, quien suele aportar alguna idea que puede caminar, se le ocurre una manera de ganar dinero fácilmente.

Se trata de hacer una película con poco capital y una figura importante para que todo el mundo vaya a verla (no se puede creer que elija esta modalidad por parecerle bastante fácil de realizar). Y así consigue nada menos que a Ricardo Darín que lo confunde con el hijo de un amigo y pensando que lo que va a realizar es un cortometraje, acepta integrar el grupo.

UN EQUIVOCO

Lograda la gran figura gracias a un equívoco, la credulidad asume proporciones desmesurados y se vuelcan a la tarea de filmar recurriendo a un método imposible, un libro de divulgación que en pocas lecciones dice enseñarles a filmar.

Así contado parece irreal, pero vista es francamente increíble. Lo absurdo va a ser la premisa que rija la historia sin demasiado humor, a pesar de tratar de lograrlo por distintos medios a cual más disparatado.

A esto se suman diálogos flojos, tres protagonistas sin carisma y una idea que incluye la muy transitada del "cine dentro del cine", que no termina de cuajar.

La idea pudo dar para más y la sucesión de disparates que se suceden la remiten a un tipo de relato loco, con final más disparatado aún, acompañados por figuras populares de la pantalla televisiva, entre otros, Catalina Dlugi y Susana Giménez, en el papel de la presidenta de la Nación.