Delicia

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

Fiel a sus raíces teatrales, el director Marcelo Mangone construye en Delicia un relato denso y sensible que retrata el encuentro y desencuentro entre dos almas solitarias.
Felisa (Beatriz Spelzini) se baja del tren con su valija y empieza a caminar, a cada paso que da se asoma su renguera. Camina hasta un hospital para tener una reunión con el director. En su nuevo destino va a ocupar una vacante de enfermera, pero primero necesita un lugar donde vivir. El mismo que le ofrece el trabajo le brinda una solución. Un paciente posee dos casas lindantes y gemelas, una ocupada por él y la otra deshabitada. Lo único que pide a cambio es que se encargue de las tareas domésticas. Felisa acepta sin dudarlo.

Al presentarse ante él, Felisa descubrirá que Amado (Hugo Arana) es ciego y que además es un hombre de pocas palabras que no busca sociabilizar con nadie. En medio de su soledad, ambos se encuentran para compartir pequeños momentos de la vida diaria. Entre ellos nacerá un vínculo extraño y poco convencional, pero necesario para sobrellevar los días.

El film retrata la soledad de la vejez y la construcción de vínculos a través de dos personajes muy diferentes, pero que al compartir su intimidad se dan cuenta de que están en la misma situación y que, además, ambos sobrellevan una discapacidad. Una temática interesante para visualizar, sin embargo la historia cae en los lugares comunes de una telenovela y no logra conectarse con el público. Los enredos y el conflicto final no tienen coherencia suficiente y su resolución es por demás previsible.

Es a través de las expresiones y la naturalidad de las actuaciones de Arana y Spelzini que el relato se sostiene. Otra de las fallas es la estructura teatral que elige Mangone, para cambiar de escena funde en negro la pantalla simulando la bajada del telón. Eso hace que la narración se haga larga y tediosa.