Delfín

Crítica de Rosana López - Fancinema

TOCANDO POR UN SUEÑO

Una historia sencilla y encantadora nos ofrece el toldense Gaspar Scheuer (realizador de El desierto negro y Samurái), donde un niño de 11 años con una interesante sensibilidad artística decide cumplir su objetivo: probar suerte en una orquesta infantil del pueblo cercano. Esta fábula infantil que recuerda a ese cine de misión que tiene como protagonismo a chicos que desean alcanzar sus sueños contra viento y marea, se asemeja al cine iraní, uno de los pioneros en esta fórmula de auto-superación frente a las adversidades.

Delfín hace referencia al nombre del pequeño, designado por una madre soñadora que se encuentra ausente en ese hogar por algún motivo desconocido que la película parece no querer ahondar. No sabemos si tiene que ver con un estilo de vida hippie en el que se hace hincapié ni bien comenzado el film o una ausencia física que remarca la viudez del padre de Delfín. De todos modos, es un nombre que calza a los deseos de este niño, comparándolo con aquel animal de temple amable que recorre el mar abierto.

Es que Delfín, que vive con su papá en una casilla precaria rozando la marginalidad en un pueblito del interior, sueña con asistir a una audición en Junín con “su” corno francés, una antigüedad que su maestro de música solo le presta dentro del colegio al que asiste, lo cual para Delfín no será un impedimento si las vías legales de préstamo del artefacto se cierran. Y ese deseo, junto al amor platónico por una maestra, son los únicos impulsos que le brindan esperanza y lo apartan de sus obligaciones diarias de asistir a la escuela o realizar el reparto de pan por el barrio en bicicleta a la mañana.

Scheuer que ya viene de exponer esta obra dentro de la sección Ecrans Juniors de este Cannes, muestra no solo un sueño infantil sino también un llamado de auxilio de un niño a su padre, un albañil que está ausente de su hogar de forma casi permanente. Un llamado de atención que busca salir de la zona de “confort” dentro de esa marginalidad, para buscar un mejor porvenir así sea en otro lugar. Y, a la vez, es una búsqueda de afianzamiento de lazos paternales que parecen olvidados por el agotamiento de la rutina aplastante y de extrema pobreza.

Con una óptima puesta en escena y un ajustado guión, el realizador construye un retrato realista sin brindar soluciones mágicas a las complejidades explícitas e implícitas del protagonista y su padre. Scheuer se limita a exponer un claro reflejo de una realidad existencial que a veces no tiene una resolución feliz pero sí una limitada alternativa que conlleva una futura esperanza. Y esta apertura es lo que se agradece o se cuestiona.