Delfín

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

Lo que importa un corno

Alos once años, Delfín ya tiene preocupaciones diferentes a las de sus amigos de la escuela. Cada mañana el reloj suena muy temprano y sale a hacerle el reparto en bicicleta a la panadería del pueblo, ligando de paso un buen desayuno cortesía de la casa. Para cuando llega a clase ya lleva un buen rato levantado, sin todas esas comodidades que parece tener su mejor amigo, quien igual se ríe de verlo dormirse mientras la maestra habla.

Hay solo dos cosas que le interesan a Delfín en la escuela. Una es la joven maestra de otro grado de la que está enamorado, la otra son las clases de música donde puede tocar un antiguo instrumento que su situación económica no le permitiría comprar, aunque se las ingenió construyendo una versión casera para practicar cada tarde cuando regresa a la humilde casita donde viven.

Ya es tarde cuando su papá vuelve de trabajar, usualmente sin más dinero que para preparar una cena frugal antes de volverse a dormir. Claramente sobrepasado por la situación y con algo de carácter, igualmente no deja de ser un hombre cariñoso con su hijo y hace lo que puede con lo que tiene. No tiene el corazón para decírselo directamente, pero sabe que el sueño de su hijo de entrar en la orquesta municipal de Junín es algo demasiado lejano y no solo por los 50km que los separan: se lo nota como alguien a quien la vida ya le dijo varias veces que los de su clase no pueden aspirar a mucho.

Sin embargo, Delfín no parece ser de los que se dejan vencer ante el primer inconveniente cuando realmente quiere algo.

Solo o acompañado

Antes del primer diálogo real, Delfín ya nos contó mucho sobre su carácter y su rutina. Tenaz y trabajador, no deja de ser un chico y es con esa inocencia que sigue viendo el mundo, sin el cinismo que probablemente tendría esta historia si estuviera situada en la gran ciudad.

Todo lo vemos a través del filtro de sus ojos, dándole importancia a lo que a él le importa y dejando de fondo otras cuestiones. Quizás sea por eso que visualmente sostiene un estilo realista que esquiva la crudeza, sin mostrar nunca situaciones realmente ásperas, porque a pesar de todo Delfín no lo vive de esa manera. No es ajeno a su realidad, pero tampoco padece la pobreza en la que vive ni la soledad en que pasa gran parte del día, sin muchos amigos ni familia con quien compartir lo que hace.

La idea general es atractiva y a pesar de su corta edad el actor Valentino Catania logra resultar verosímil en la historia que cuenta, pero eso no alcanza para sostener el ritmo narrativo.

Pretende contar varias cosas, pero al tomarse su tiempo -para encima hacerlo sin profundizar demasiado- la narración se vuelve demasiado cansina como para sostener el interés sin aburrir. Para peor, varias de esas cosas quedan irresueltas o nunca se conectan con el hilo central, distrayendo la atención hacia laterales que no terminan aportando narrativamente.