Declaración de vida

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Los combates cotidianos, en una película en clave pop

Hace unos años, el escritor bosnio-estadounidense Aleksandar Hemon emprendió una tarea dolorosa pero necesaria: escribir un relato sin ahorrarse detalles clínicos ni emocionales acerca del cambio imprevisto que tuvo su vida el día que supo del tumor cerebral de su pequeña hija. La directora francesa Valérie Donzelli hace algo similar en Declaración de vida, en tanto la historia que cuenta –el diagnóstico de la misma enfermedad en su hijo Adán- es real y le ocurrió a ella y a su pareja Jérémie Elkaïm.

Tal verosimilitud autobiográfica se subraya en la cinta en tanto ambos son los encargados de interpretar a Roméo y Juliette, los jóvenes que en un abrir y cerrar de ojos pasan de enamorarse en una fiesta a ser padres y de ahí a padecer estadías agotadoras de hospital, esperando que el desenlace del tratamiento de Adán sea feliz.

Pero poco importa realmente Adán en esta historia: los protagonistas son ellos dos y su amor y resistencia un tanto desenfadados (el afiche del filme es ilustrativo en ese sentido: los muestra gritando excitados en una escena de parque de diversiones). Y es que esa es la “guerra declarada” de la que habla Juliette cuando se entera de la enfermedad de su hijo: la de luchar contra el peso de un tema naturalmente dramático desde las más apacibles costas del pastiche y la comedia pop francesa, fiel a injertos musicales, chistes y volantazos de videoclip que sirven de recursos artificiosos y procesados para evadir el golpe bajo, la sobreexposición gratuita o el mero patetismo.

Ellos bailan, cantan y festejan cada mejora de Adán, y el filme los acompaña en esa guerra declarada contra el cliché (o el cine de Haneke) aunque a veces trastabille en, justamente, lugares comunes como mostrar El origen del mundo de Courbet y hacer oír un llanto de niño para dar cuenta de que ambos serán padres (los nombres de la pareja y el hijo son también un guiño-homenaje prescindible). Entonces: luchar contra la muerte (que, en todo caso, está disminuida a una cuestión de azar o providencia médica) desde la vitalidad generacional de una juventud francesa y global que todavía intenta reconocerse en sus frágiles batallas, aunque esos gestos de época (en donde manda la “actitud”) sean a veces demasiado azucarados, ingenuos y hasta recurrentes.