De vuelta a la vida

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Padre, también hay uno solo

Scott Hicks es un cineasta australiano de prestigio, en parte desde que su película independiente Claroscuro (1996) obtuvo siete nominaciones al Oscar y ganó una a la interpretación líder de Geoffrey Rush. Hacía desde entonces que Hicks no filmaba en su país natal, y volvió con De vuelta a la vida.

El título en inglés The boys are back dice mucho más. Puede traducirse como “Los niños están de vuelta”, y alude a la refundación de los lazos existentes entre un hombre y sus hijos, luego de la muerte de su pareja víctima de un cáncer.

Joe Warr, periodista estrella de la sección Deportes de un periódico australiano, empieza a reinventarse cuando elige hacerse cargo de la crianza de su pequeño niño, dejando de lado sus compromisos laborales e incluso la oferta de ayuda de su suegra, y ese es un tema enorme para una película. Pero si esta historia puede resultar conmovedora -y hasta curiosa para quienes no hayan advertido los cambios sociales en el ámbito familiar, todavía debe guardarse espacio para una sorpresa más. Joe tiene otro hijo, adolescente, de su primera pareja, que en el verano que muestra el filme viaja desde Londres hasta Sidney para pasar una temporada indefinida con el padre y el “medio hermano”.

De vuelta a la vida está basada en la novela autobiográfica de Simon Carr, quien declaró que el rol del padre, en la perspectiva de aquellos que optan por criar solos a sus hijos, o de llevar las riendas del asunto, aún no ha recibido la atención suficiente por parte del cine o la literatura. No se equivoca, ¿no?

En términos cinematográficos, Hicks ha mantenido el gusto por el cine artesanal, y en esta cinta lo aplica con especial habilidad en el tratamiento de la fotografía y en la construcción de escenas, por caso las que suceden dentro de una casona de madera que la producción construyó exclusivamente para filmar dentro de ella. Un lujo que separa al cine de la realidad de millones de personas sin hogar propio, pero que se justifica cuando ese poderío es usado para hacer películas que contribuyan en algo en la sociedad.