De vuelta a la vida

Crítica de Fernando López - La Nación

Clive Owen, un papá en muy serios problemas

Tribulaciones de un viudo prematuro y sus hijos

De este relato sobre un periodista que enviuda tempranamente y debe sobrellevar el duelo mientras aprende a hacerse cargo de las obligaciones del hogar y de la crianza de dos hijos varones, podía esperarse que examinara con alguna lucidez el mundo masculino en la intimidad doméstica, las carencias, tensiones y desequilibrios que genera en la dinámica familiar la ausencia de una figura femenina o las dificultades que afronta un hombre forzado a definir su nuevo rol. El guión de Alan Cubitt -sobre el libro de memorias de un cronista político inglés- y la dirección de Scott Hicks, en cambio, eligen casi siempre el camino más fácil. Sólo enhebran una serie de viñetas muy próximas al lugar común sobre un hogar en manos masculinas y alternan azucarados apuntes sentimentales y/o lacrimógenos con situaciones presuntamente hilarantes parecidas a las que protagonizaba el incontenible perrito de Marley y yo .

En tales condiciones es casi un desperdicio que Clive Owen y los dos chicos (Nicholas McAnulty, George MacKay) doten de tanta naturalidad a sus personajes. Owen es, claro, el periodista (en este caso, deportivo), que ve derrumbarse su mundo cuando, en un momento de felicidad plena (así suele suceder en el cine) se manifiesta la fulminante enfermedad de su segunda esposa, la mujer que lo llevó a instalarse en Australia. McAnulty, el chico que a los 7 años queda huérfano de madre, no sabe cómo asimilar la ausencia y cuenta con un padre que cree compensarla dándole diversión, placeres y regalos y practicando un laissez faire que sólo aumenta su desconcierto. McKay, el fruto de un matrimonio anterior, decide, quizás en el momento menos oportuno, dejar su hogar en Londres y mudarse con el padre cuyo abandono nunca pudo superar.

En fin, una suma de situaciones complejas sobre las que el film echa una mirada superficial, ocupado como está en describir el caos en que se convierte la vida cotidiana con un padre que sólo sabe decir sí; en explotar la ternura y/o la emoción que inspira la conducta infantil concebida según el estereotipo, y en intercalar algo de romance. La fórmula, con su correspondiente remate edificante (ser padre impone responsabilidades) suele tener su clientela. Acá, al menos, los actores le confieren algún calor humano.