De trapito a bachiller

Crítica de Miguel Frías - Clarín

La otra educación

El título De trapito a bachiller no sólo es feo: da una idea imprecisa sobre el eje de este documental. El “personaje” principal es, sí, un muchacho de la calle, Gonzalo, que cuida autos mientras lucha por estudiar. Pero el centro de la película es la interpelación a parte de la educación tradicional -la que nos domestica y nos vuelve sumisos-, mostrando el funcionamiento del Bachillerato Popular Maderera Córdoba, que ofrece, como alternativa, una “educación popular comunitaria”.

No es raro que el realizador Javier di Pasquo comience con una cita de Paulo Freire, autor de Pedagogía del oprimido y difusor de la idea de que todo acto educativo es un acto político. Al principio, De trapito... sobrevuela a varios personajes, haciendo foco en Gonzalo, pero rápidamente va hacia su verdadero objetivo: bucear en una escuela en la que los alumnos no sólo estudian para ser calificados: participan, por ejemplo, de debates sobre el concepto de plusvalía y toman decisiones en asambleas que, como una materia más, son propiciadas por la dirección de la escuela (un festín para el acting de Eduardo Feinmann, ¿no?).

Y sin embargo, a pesar de cierto voluntarismo ingenuo, De trapito...no es autocomplaciente: muestra a alumnos que cuestionan esta forma de educación y a docentes que atacan al capitalismo entre botellas de Coca y atados de Marlboro. La película se abstiene de hacer una apología -prejuicio a la menos uno- de la dignidad de los nadies. La opresión, parece decirnos tácitamente, suele ser compleja y sutil: lo importante es tener herramientas para entenderla.