De tal padre, tal hijo

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Varios universos en conflicto

Dos familias se enteran que les entregaron el hijo equivocado.

Dos familias, una de clase media en ascenso, la otra más humilde que vive en los suburbios, se enteran de una noticia devastadora a través de las autoridades del hospital donde nacieron sus hijos. Seis años atrás hubo un error, una terrible negligencia y los bebés fueron entregados a las familias equivocadas. Este comienzo que bien podría ser el nudo central de una trágica telenovela, es cine y del mejor.
Ganadora del premio del Jurado de la 66ª edición del Festival de Cannes, el film del director Hirokazu Kore-eda (Un día en familia, 2008; Nadie sabe, 2004; After Life, 1998) va desandando las distancias afectivas de varios universos en conflicto. El film hace pie en Ryota Nonomiya –gran trabajo de la estrella del pop japonés Masaharu Fukuyama–, un arquitecto exitoso, adicto al trabajo, tan severo como distante no sólo con su pequeño hijo Keita sino también con su esposa Midori. A partir de la inesperada revelación, la película cuenta cómo el protagonista comienza a revisar su relación con el niño –sin poder contenerse dice frente a su esposa "Ahora todo tiene sentido", en relación a las exigencias que su hijo no podía cumplir– y su mirada sobre el mundo, en donde la tradición, su educación, la herencia cultural y el vínculo sanguíneo entran en tensión con lo afectivo.
Y si el relato está centrado en un hombre cargado de contradicciones pero dispuesto a hacer lo correcto, el abanico de personajes que rodean al protagonista tiene un espesor extraordinario, que no hace más que enriquecer una historia triste y a la vez luminosa, en donde juega un papel menor pero igualmente decisivo Yuday, el otro padre de familia, un comerciante humilde que se siente pleno en compañía de los suyos más allá de sus escasos logros económicos y las dos madres, entre quienes se establece una corriente de afecto y de comprensión ante una situación para la que nadie está preparado.
Kore-eda, humanista de principio a fin, establece una puesta sencilla pero elegante, exenta de golpes de efecto y confiado en que el tiempo, del relato, del crecimiento de los personajes, hará lo suyo y que esa historia sin héroes tendrá una resolución tan noble como todas las criaturas de ese universo tan frágil como amoroso.